Finalmente, después de una larga espera y de una consulta que dio lugar a un intenso debate nacional, llegó el anuncio esperado: las obras del nuevo aeropuerto en Texcoco serán suspendidas por el gobierno que tomará posesión el próximo primero de diciembre. Las razones son muchas. Aquí se enumeran solo algunas.
La principal, denunciada desde hace mucho tiempo, es que para el futuro nuevo gobierno se trata de un gran negocio que solo beneficiaba a los dueños de los terrenos aledaños al nuevo aeropuerto, donde se pretendía construir un complejo llamado Aerotrópolis, que generaría enormes ganancias a sus dueños en los próximos 50 años.
El otro negocio en puerta era el que se haría con las 600 hectáreas en donde se ubica el aeropuerto actual, en el cual, según ha dicho el presidente electo, se proyectaba construir un complejo comercial y habitacional parecido a Santa Fe, en el poniente de la capital del país, lo cual solo beneficiaría a los grupos de inversionistas participantes.
Otra razón esgrimida es la ecológica. El ex Lago de Texcoco funciona como un importante vaso regulador de las aguas pluviales de la ciudad de México. Sirve para evitar inundaciones. Así lo menciona el estudio que en su momento elaboró la Comisión Nacional del Agua y que su entonces presidente, José Luis Luege, entregó a Felipe Calderón cuando era presidente de la República, pero que fue ignorado en el sexenio de Peña Nieto.
Finalmente está la sospecha de que detrás de los contratos del nuevo aeropuerto hay mucha corrupción, la cual desde su campaña el presidente electo se ha comprometido a combatir. Esta hipótesis se refuerza por los sobre precios que han tenido las obras que se han realizado durante el presente sexenio, además de las graves deficiencias con que se han construido, por ejemplo el Paso Exprés de Cuernavaca.
Aunque la cancelación de las obras del nuevo aeropuerto parecen ser una muy mala noticia para todos, no es el caso del estado de México. Las alternativas más viables, en este momento, son las ampliaciones de la base aérea de Santa Lucía, en Tecámac, y la del Aeropuerto Internacional de Toluca, en el municipio del mismo nombre.
Todo parece indicar la decisión está tomada. Habrá que esperar a ver si la derrama económica en estos municipios genera bienestar y no depredación generalizada que genere otro tipo de resistencias, como las que están surgiendo en Tecámac. Urge un aeropuerto viable para la capital y el país.
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