El PRD en su laberinto

  • Paideia política
  • Gabriel Corona

Ciudad de México /

El 17 y 18 de noviembre se realizó el XV Congreso Nacional del PRD, para hacer un balance de la debacle electoral que vivió el 1 de julio en todo el país y también para definir su futuro inmediato de cara a la nueva realidad. Las alternativas que se discutieron han sido dos, básicamente, pero ambas muy trascendentales: desaparecer o refundarse. 


Desde hace algunas semanas comenzó a barajarse la posibilidad de que el perredismo desapareciera, para ofrecer su registro a una nueva fuerza política que fuera producto de la fusión de las organizaciones que acudieran a la convocatoria respectiva, tal como lo hizo su antecedente, el Partido Mexicano Socialista, quien cedió su registro para que naciera el PRD, en 1989. 


Aunque esta posibilidad sigue latente, también ha surgido otra que busca la refundación del PRD sin perder nombre, colores y logotipo, para capitalizar políticamente una existencia de ya casi 30 años. Entre los principales defensores de tal postura destacan tres dirigentes perredistas del Estado de México, quienes también anunciaron que impugnarán los resolutivos del último congreso nacional, particularmente lo relativo a la dirección colegiada que ahí se nombró.

 
Es de llamar la atención que sea el PRD mexiquense uno de los principales opositores a la desaparición de ese partido, porque paradójicamente es uno de los que más ha contribuido a su debilitamiento como fuerza opositora. Varias de las dirigencias perredistas fueron tan cercanas y negociadoras con el gobierno del Estado de México que parecían un apéndice más; una extensión del mismo. 


Muchos dirigentes y representantes populares fueron claramente cooptados por el gobernador en turno, con cuantiosos recursos para gestión social o para fines particulares. Algo similar ocurrió con varios gobiernos municipales perredistas. Se acercaron demasiado al gobierno mexiquense y terminaron imitando sus prácticas y comportamiento. Los resultados son evidentes. 


El PRD nacional y el mexiquense están en un laberinto. No tienen claro el camino a seguir y pueden marchar por rutas diferentes, lo cual contribuiría más a su atomización. Han pasado de ser la segunda fuerza electoral en 2006 a la séptima en la Cámara de Diputados federal y del segundo al último lugar en la legislatura local, empatado con el PVEM, con dos diputados plurinominales. El futuro del PRD es incierto. La crisis parece no tener fin. Incluso puede desembocar en fracturas mayores que la del perredismo mexiquense.

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