Amores que matan

  • Semillas de conciencia
  • Gabriel Rubio Badillo

Tamaulipas /

¿Cómo algo que empieza siendo tan hermoso puede tener un desenlace terrible e incluso fatal? El amor es la palabra más pronunciada y probablemente la menos comprendida.

Y de ello lamentablemente tenemos pruebas de sobra con los últimos incidentes de homicidios a manos de la pareja, en la zona sur de Tamaulipas.

Primero ocurrió entre jóvenes. Después entre adultos. Al parecer hay una asignatura pendiente respecto a comprender el amor y su naturaleza.

Factores entrelazados seguramente existen muchos; pero estos casos tienen un común denominador: en algún momento en la vida de la pareja, sintieron el uno por el otro que habían encontrado al amor de su vida. A la persona que tanto esperaron.

Soñaron con un futuro prometedor, muy probablemente y sintieron que estaban hechos el uno para el otro. ¿En qué momento el amor dejó de sumar y comenzó a restar?

¿En qué momento las libertades se fueron perdiendo para dar paso al control? ¿Cómo se muere la confianza en el otro para dar paso a la vigilancia?

¿En qué momento comenzamos a percibirnos como un objeto del que se es dueño y se sacrifica la libertad natural del amor?

Este último rasgo: la posesión, suele ser el disparador de gran parte de la violencia en la relación de pareja; llegamos a creer que el otro nos pertenece y hacemos lo que sea con tal de retenerlo.

Y cuando no entendemos la naturaleza del amor, entonces estamos presos del miedo: tenemos un terror enorme a estar solos, y el miedo nos empuja a cometer locuras.

Locuras que inician con pequeños chantajes para hacer que la pareja cumpla nuestra voluntad.

Y si en algún momento intenta salirse del círculo de control, la respuesta puede llegar a ser muy violenta. La falsa idea de posesión es el alimento de la locura y la psicopatía.

Creer que el otro nos pertenece de verdad es una idea totalmente enferma y peligrosa. Tenemos los padres de familia un trabajo bastante titánico: reeducarnos para poder comprender la naturaleza auténtica del amor, reconocer que nos equivocamos, y comenzar a enseñarle a nuestros hijos otro tipo de escuela sobre la vida en pareja y su verdadero significado.

Enseñar que amar no duele debe ser la primera de las tareas.


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