La infancia que les robamos

  • Semillas de conciencia
  • Gabriel Rubio Badillo

Tamaulipas /

Muchos de los problemas de ansiedad y depresión infantil, están profundamente relacionados con la saturación de actividades extraescolares a que son sometidos los chicos. Ya sea por no darse el tiempo o por falta de interés en la convivencia, muchos padres de familia inscriben a sus hijos en deportes, actividades culturales, musicales, etc. y la mayor parte de la tarde después de la escuela se consume en estos  ámbitos. Llega la noche y entre tareas y menesteres domésticos, el día se va y la semana completa se esfuma sin tiempo para jugar, convivir con la familia, o para disfrutar de un descanso.

Si a esto le aunamos que algunos colegios particulares, tienen la absurda idea de que saturar de tareas y trabajos la tarde de los chicos después de clases, los hará más competitivos e inteligentes, estamos terminando de trastocar la niñez de nuestros hijos y alumnos.

Esta sobrecarga de tareas, por supuesto que termina generando problemas severos de ansiedad y depresión en muchos estudiantes; se sienten bajo tremenda tensión y exigencias de sus profesores y padres de familia, al pendiente de sus calificaciones. Hay extremos donde un exceso de expectativas parentales y tortura psicológica, ha degenerado en suicidios.

No hay conciencia del grave daño que estamos causando en los chicos.

Estas posturas equívocas sobre la exigencia académica, se registran desde el kínder; en su ignorancia, muchos padres y maestros se aferran a alfabetizar de manera prematura a los niños en una etapa en donde el interés debe estar centrado al desarrollo de las habilidades sociales, la imaginación, y la creatividad del niño.

No estamos proponiendo que dejemos a los chicos desperdiciar la tarde en tonterías o que pierdan el tiempo; se trata de encontrar el punto de equilibrio para que tengan una vida semi estructurada y no de rutinas rígidas y extremistas. Para poder determinar ese sano balance, necesitamos como padres de familia, desarrollar congruencia: si nuestra vida está llena de desorganización y carente de disciplina y balance, no tendremos manera de ser una guía adecuada para nuestros hijos. El ejemplo seguirá siendo siempre la mejor escuela. No las palabras.


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