Los padres garabato

  • Semillas de conciencia
  • Gabriel Rubio Badillo

Ciudad de México /

Como un simple dibujo pintado en la pared: así funcionan muchos padres cuya autoridad y respeto están por los suelos. Tenemos una epidemia de hogares disfuncionales donde los hijos hacen lo que les viene en gana y sus progenitores siguen creyendo que nacieron así, con un chip averiado. Son incapaces de reconocer su enorme falta de responsabilidad en el proceso formativo y de transmisión de valores.

“Déjeme intentar convencerlo de que venga a terapia a ver si no se enoja” decía una señora en referencia a su hijo de 13 años, convertido en un caos en el colegio y en casa. Otra afirmaba tener miedo a su hijo de edad similar porque “ya ha intentado pegarme”. A ese nivel de fracaso se llega cuando dejamos a los chicos crecer de manera silvestre, como una planta.

No es solo la permisividad y el detrimento de los valores de una generación a otra, sino los fracasos de etapas de vida que nunca fueron superadas. Hay padres que emocionalmente nunca salieron de la adolescencia y ya rebasan los 40 años. Escucho pacientes adolescentes en psicoterapia diciendo “estoy harta de ver las peleas de mi madre con su nuevo novio, de verla llorando en las madrugadas peleando en Whatsapp, deprimida y dejando de ir a trabajar… ni yo a mi edad tengo esos problemas con mi novio”.

¿Qué le dices a alguien con ese panorama? La verdad: “estás sola en esto y tienes la capacidad de trabajar SI QUIERES, en fortalecer en terapia tus habilidades emocionales y no depender del sube y baja emocional de tus padres”. Estos chicos pueden madurar y no repetir ese tipo de fallas o elegirán otra opción más cómoda: hacerse las víctimas y usar los errores paternos como excusa para convertirse en un desastre y en un auténtico dolor de cabeza.

Tenemos graves discapacidades psicológicas en ocasiones, por las que sería mejor no tener hijos. Ser padres y padecer estas carencias emocionales, trae daños terribles no solo a los hijos, sino a la gente que desde el kínder, acaba sufriendo la conducta desadaptada de estos chicos malcriados. Tengamos la humildad de pedir ayuda para nuestras debilidades y carencias psicológicas como personas y como padres, para dejar de ser un garabato pintado en la pared.


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