Peso Pluma es inocente

  • Semillas de conciencia
  • Gabriel Rubio Badillo

Ciudad de México /

Enorme polémica en redes sociales por algunos restaurantes y otros sitios al negarse a reproducir música del tal “Peso Pluma”, o el “Conejo Malo”, entre otros tristemente célebres expositores de la decadencia moderna.

Algunos se rasgan las vestiduras por la basura que sus hijos escuchan y satanizan a estos pseudo cantantes. Los perciben como un peligro que les desorienta y trastoca la mente, porque sus temas solo hablan de armas, alcohol, narcotráfico, y no bajan a las mujeres de “perras”, “gatas” o “golfas”.

Es bueno que personas pensantes se sumen al rechazo de esa basura auditiva. Pero no vemos la verdadera causa de la decadencia de nuestros hijos. Los pseudo cantantes no tienen la culpa.

Son las graves carencias emocionales en casa. Estamos viviendo las consecuencias de una crianza al vapor, de la escasa convivencia, de la falta de espiritualidad y de atender a los hijos como si fueran emperadores.

La basura musical no es la causa de la violencia; pasadas generaciones crecimos escuchando canciones llenas de obsesión, locura y estupidez como “El Corrido de Laura Garza” o “La Bronco Negra”, y no por eso le vaciamos una pistola al novio por querer casarse con otra ni viajábamos en el auto con un rifle R-15 para “usarlo sin pensarlo”.

La enorme diferencia en las generaciones actuales es la ausencia del padre, el espantoso vacío de autoridad, el egoísmo de vivir mirando un teléfono sin mirar a los chicos.

El Peso Pluma y el Conejo Malo solo son el reflejo de la ideología con que dejamos crecer a los chicos: puedes ganar dinero por hacer y decir estupideces. Ser un marihuano, vago o pandillero de la calle y volverte millonario.

Estos falsos artistas son el credo de las generaciones nuevas: vivir bajo la ley del mínimo esfuerzo. No fueron a la escuela y ganan millones. Puedes cantar sin ser cantante, ni tener talento vocal, puedes hacer música sin ser músico (basta un sintetizador) y sin haberte parado en una academia y sin tocar ningún instrumento.

¿Qué tan dispuestos estamos a reconocer a los verdaderos responsables de la mediocridad que consume a nuestros hijos para escuchar esa basura?

¿Estaremos listos para el encuentro con el espejo?


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