En mis dos contribuciones previas me he referido a la magnitud y ubicación de la pobreza extrema en México. Ahora me referiré a la posibilidad de acabar con este flagelo. ¿Es factible? ¿Qué puede o debe hacerse? ¿Qué tipo de políticas públicas podrían funcionar en nuestro país? En esta columna y la siguiente trataré de responder a estas cuestiones.
Como he mencionado, la pobreza extrema por ingresos representaba en 2022 a 12.1 por ciento de la población (15.5 millones de mexicanos). La pobreza extrema multidimensional, al ser una definición más restrictiva, afecta solo a 7.1 por ciento de los mexicanos (9.1 millones de personas). La única forma de abandonar la pobreza extrema por ingresos es mediante aumentos en los ingresos de los hogares más pobres (ya sea laborales o de otro tipo), mientras que hay dos formas de salir de la pobreza extrema multidimensional: mediante el aumento de ingresos o a través de la reducción de carencias de acceso a derechos sociales (educación, salud, etcétera).
Evidentemente, por sus magnitudes y definiciones, es más viable y urgente erradicar la pobreza extrema multidimensional. Esto implica que se debe actuar en dos frentes paralelos: mejorar los ingresos de los hogares más pobres y reducir sus carencias. Empiezo por el primero de estos dos aspectos.
La forma más efectiva de fortalecer los ingresos de los hogares mexicanos más pobres es a través del crecimiento económico. Esto parece evidente, pero no es tan simple. En parte esto es así porque no se trata de repetir el credo neoliberal que planteaba la hipótesis de que el crecimiento por sí solo iba a resolver el problema de la pobreza a través del goteo de los beneficios de arriba hacia abajo. No. Se trata de crecer, sí, pero con una característica diferente: crecer en forma inclusiva, es decir, con un sesgo distributivo en favor de las personas y regiones con mayores desventajas.
De hecho, un estudio reciente del Banco de México demuestra que la pobreza extrema por ingresos se redujo en México entre 2018 y 2022 por tres factores: por el crecimiento promedio del ingreso de los hogares, porque creció más el ingreso de los hogares más pobres y porque creció más el ingreso en la región más pobre del país.¹
Este resultado tiene varias implicaciones relevantes de política pública. Por un lado, esto implica que debemos hacer todo lo posible por crecer más. El crecimiento durante la presente administración será bajo en buena parte debido a la pandemia. Hacia adelante, deberemos hacer todo lo posible por tratar de acelerar la tasa de crecimiento nacional. Lo anterior, evidentemente, sin perder de vista el componente territorial y/o regional. Es decir, se debe seguir impulsando el crecimiento del sur-sureste del país y, para ello, la inversión pública será un elemento clave en esta dimensión. También deberemos continuar fortaleciendo el ingreso de las personas y hogares más pobres del país. Esto puede ocurrir mediante el aumento del salario mínimo en términos reales, pero también mediante el aumento de transferencias o programas focalizados. De esto hablaremos la próxima semana.