El próximo 11 de agosto el Partido Revolucionario Institucional elegirá a su próximo dirigente nacional, los candidatos Alejandro Moreno, Ivonne Ortega y Lorena Piñón han estado vertiendo entre los medios de comunicación sus propuestas y que en caso de ganar habrán de ponerlas en práctica.
Voces al interior al interior del tricolor han expresado su descontento sobre el accionar de los candidatos y de la actual dirigencia, entre las que destacan se encuentra la de Francisco Labastida, otrora candidato a la presidencia en el año 2000, quien ha expresado, junto a otros priístas, que el PRI no ha aprendido de los errores que lo llevaron a la derrota el año pasado, y tiene toda la razón, no ha habido un discurso fuerte que cimbre desde las entrañas y haga cambiar al instituto político que en el pasado tenía una fuerte raigambre entre los mexicanos, pero que ahora es el partido más repudiado del país.
Dentro de la rumorología política de las últimas semanas se ha dicho que Moreno Cárdenas será el candidato ganador, columnistas de diversos medios de comunicación y mismos priístas aducen que Alito tiene el apoyo de López Obrador y del expresidente Enrique Peña Nieto para llegar a la dirigencia nacional, de igual manera, otro punto a favor de Alito es que tiene el apoyo de todos los gobernadores del PRI, y que muy probablemente eso le reditúe en un gran número de votos de militantes priístas a la hora de la elección.
Difícilmente, por no decir imposible, Ortega y Piñón tienen posibilidades de ganar, de acuerdo a una encuesta publicada por El Universal, Moreno Cárdenas cuenta con el 45% de las preferencias, mientras que Ortega y Piñón cuentan con el 21% y 8% respectivamente.
En caso de salir ganador Alito, lo cual es muy probable, tiene la difícil tarea de regresar al tricolor a los primeros planos, el discurso de regresar a la base es un discurso vacuo, no solo el PRI se alejó de sus bases, también se alejó de su ideología, de sus principios, de su razón de ser que es la de ser un partido de masas, de igual modo, tienen que ser enérgicos contra los casos de corrupción de los funcionarios del sexenio pasado, incluido Peña Nieto, ni Ruiz Massieu ni los candidatos en contienda se han pronunciado al respecto.
O el PRI cambia (pero en serio, no mediante la simulación que han hecho desde la derrota), o se convierte en un partido satélite de MORENA, lo cual no sería para nada descabellado.