En la década de 1960 México reforzó su liderazgo en América Latina a través de su política exterior activa, en 1962, durante el gobierno de López Mateos, fue el único país que se abstuvo de votar en contra de la expulsión de Cuba como miembro de la Organización de Estados Americanos (OEA).
A pesar de la presión de Estados Unidos contra México, la posición del gobierno mexicano fue soberana.
A partir de ese momento las relaciones bilaterales entre Cuba y México se estrecharon, no fue sino hasta el gobierno de Ernesto Zedillo en donde comenzaron ciertas divergencias entre ambas naciones.
Otro dato insigne en aquella época fue cuando el presidente Díaz Ordaz, bajo el trabajo e impulso del diplomático Alfonso García Robles, promovió el Tratado de Tlatelolco, un tratado que en el contexto político-histórico de aquella época (la Guerra Fría) cobraba importancia.
El tratado tuvo como objetivo que los gobiernos de Latinoamérica se comprometieran a no producir ni adquirir armas nucleares.
Esta iniciativa fue gran aporte ya que México se posicionaba entre las naciones no alineadas de la época, siendo un fuerte impulsor de la paz en América Latina.
El liderazgo de la diplomacia mexicana seguía en los 1980, junto con Colombia, el gobierno mexicano encabezó una iniciativa para promover la paz en la región de Centroamérica por medio del Grupo Contadora.
Si bien esta iniciativa no logró su cometido en un principio si fue el corolario para que se sentarán las bases a fin de fomentar procesos democráticos en los gobiernos de aquella región.
Con el devenir de los años la agenda de política exterior mexicana ha perdido importancia en el contexto de las relaciones internacionales, ya sea porque los gobiernos mexicanos no han demostrado demasiado interés o bien porque otros actores políticos como las ONG´s o países como Brasil han tomado la batuta en los temas de interés de Latinoamérica.
Hoy más que nunca México debe retomar su liderazgo como potencia emergente, promoviendo acuerdos multilaterales en la región en aras de impulsar un crecimiento económico y un estado de bienestar en la población.
La coyuntura política-económica actual de México (el inicio de gobierno de la presidenta Sheinbaum, así como el arribo de Trump a la Casa Blanca) es idónea para que haya una diversificación comercial, aprovechando los tratados y acuerdos de libre comercio que tiene con los países de Centroamérica y Sudamérica, sin dejar a un lado a su principal socio que es Estados Unidos.
Partiendo, a su vez, de tener una relación estratégica comercial con China, sin que esto afecte las relaciones con nuestro vecino país del norte.
La Cancillería mexicana necesita posicionarse en los siguientes organismos internacionales: ONU, OEA, OCDE, CEPAL, OMC, para ejercer el liderazgo que le corresponde como potencia emergente, velando por los intereses de Latinoamérica, sobre todo de aquellas naciones más pobres.