Los hechos. Una ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, el máximo tribunal del sistema jurídico mexicano, extrajo su tesis de licenciatura en derecho entera de la del licenciado Édgar Ulises Báez, presentada en 1986. Lo demostró plenamente Guillermo Sheridan: la tesis, con variaciones menores, es la misma que la presentada un año antes: igual en el título, en el índice, en el cuerpo del texto. No hay lugar a dudas para quien quiera ver.
Implicaciones. La primera, inmediata, es que Esquivel perderá su ilegítimo título de licenciada en derecho, pues incumplió los requisitos vigentes para obtener el título en 1987 —el cual, en consecuencia, usurpa desde entonces. La segunda es que tendrá que dejar su asiento como ministra de la Suprema Corte, pues es requisito constitucional ser licenciado en derecho, y ella no lo ha sido, sino que ha usurpado ese reconocimiento. La tercera, que no sucederá en un juzgado porque la impunidad es la norma entre las élites del país, es que se debatirán los alcances del delito de usurpación de profesión que Yasmín Esquivel realiza continuadamente desde 1987 y hasta el día de hoy.
La defensa corporativa y estúpida que el oficialismo ha realizado de la ministra presentando el plagio como pecadillo inocente de juventud –o peor, como producto de las opresiones del sistema universitario— no habla solamente de su catadura moral, sino de un rasgo de la composición de la actual élite política. La crítica a las élites de la transición que enderezamos desde la izquierda no tomó en este gobierno el camino de reconstituir el sistema de reconocimiento para que valiera más el mérito que el apellido, sino que derivó en un cambio de los apellidos que valen y en el enaltecimiento de la mediocridad. Puede tratarse de millonarios como Yasmín Esquivel o Alejandro Gertz, o de egresados de la Facultad de Ciencias Políticas menos millonarios, como Jesús Ramírez o Fabrizio Mejía, en nombre del pueblo ejerce poder una conspiración de mediocres, incapaces de redactar sus propios textos y que se dan palmaditas en la espalda mientras se refocilan en el presupuesto y los halagos comprados. El talento vale, mientras sea obediente, silencioso, servil –igual que antes. En la conferencia matutina, López Obrador ha reivindicado al menos a cinco personas que firmaron textos que no son suyos. Ninguno de los que tenía cargo renunció, porque no es su fuerte el honor.
Implicaciones para la UNAM, que se juega en este asunto su prestigio internacional. No se trata solamente de la tesis de Esquivel, sino de un entramado de corrupción en una importante Facultad. Como mostraron antes Henio Hoyo y Peniley Ramírez, Martha Rodríguez, la directora de la tesis, ha dirigido en total 513 tesis, habiendo plagios en varias de ellas ya hallados por los internautas. Hay varias preguntas por hacerse dentro de la UNAM: ¿repitieron también sinodales en los exámenes donde se presentaron esas tesis?, ¿alguna o alguno de ellos ocupó responsabilidades administrativas en la FES?, ¿era un negocio? La UNAM no puede validar un supuesto testimonio notariado de un plagio vuelto del futuro, que es sólo otro acto de corrupción y mentira.
Gibrán Ramírez Reyes@gibranrr