Anthony

  • Con singular alegría
  • Gilda Montaño

Toluca /

La vida de Anthony desde que nació fue vaticinada como mala. Muy. Y eso no solo es muy triste, sino muy alarmante. A él a quien a sus cinco añitos no le han dado ninguna posibilidad de ser amado, cuidado, querido, abrazado, acurrucado, apapachado y no solo eso... que lo único que ha recibido de quienes dice son sus padres, son golpes, malos tratos, malas costumbres, odio y rencor. Además de tenerlo encadenado como si fuera... un tigrillo. Muy triste situación.

Y la pregunta debe ser por demás perenne: ¿Para qué? ¿Por qué? ¿Qué sentido tiene traer a un chiquito a este mundo a darle nada más que sufrimiento? ¿Qué estarían pensando sus padres cuando no tuvieron conciencia, ni ningún escrúpulo para engendrarlo y traerlo a este mundo a mal morir? A sufrir. A desafiar a Dios y a la naturaleza. A hacerlo un delincuente. Un drogadicto. O en el último de los casos, a repetir el mismo patrón de vida que le dieron sus padres.

Qué estamos haciendo los humanos. No sé cómo se pueda llamar esto, pero sí sé que quien haya tenido a Anthony en las condiciones en las que lo hemos visto, -incluyendo sus padres y esos miserables tíos-, deben ir a prisión y lo deben pagar muy, pero muy caro. De nuevo: las leyes en la cárcel son distintas y distantes a las nuestras. Allí es ojo por ojo y diente por diente.

Tantos padres que no han podido tener hijos y que se volverían locos por encontrar a quien cuidar, a quien amar, a quien heredar todo lo bueno, inteligente y digno de la vida, y este niño sufriendo porque sus padres simplemente no lo quisieron.

¿Hasta cuándo habrá buenos, dignos, sensibles e inteligentes programas de planificación familiar? En todos los casos, si se conocieran, harían que muchos Anthony's estuvieran más que en paz. ¿Hasta cuándo?, digo.

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