Apuntes en el aeropuerto

Ciudad de México /

Viajar desde el aeropuerto de la Ciudad de México es un suplicio absoluto. Miren, es cierto que en comparación al grueso de la población que vive en el país, somos una minoría aquellos que usamos aviones; pero el cálculo olvida la cantidad de productos y servicios que vuelan y, claro, resortes económicos que mueve la actividad de este tipo de sitios.

El jueves, luego de nuevos amparos otorgados a diversos colectivos liderados por la organización “no más derroches”, el presidente López Obrador decidió usar su conferencia matutina contra los que, a su juicio, usan una estrategia de sabotaje legal para impedir que Santa Lucía (su idea para descongestionar el tráfico aéreo hacia el Benito Juárez) se construya.

Pero la verdad es que el aeropuerto de la Ciudad de México no da en ninguna de sus dos terminales. La primera -que se ha adecuado y crecido a partir de su inauguración a mediados del siglo XX- está tan llena que hasta las salas VIP (ese intento de segregación a partir del falso estatus que da una tarjeta de crédito) tiene filas en sus puertas.

La terminal dos no se queda atrás. Pese a tener menos de 20 años de funciones, el diseño de construcción modular cobra facturas al hundirse en forma desigual. Hay sitios en el lugar en donde el usuario debe ascender en 45 grados para llegar al siguiente módulo.

Los retrasos de taxeo se incrementan minutos a minuto. Al tener una cantidad tan saturada de vuelos, cada retraso en operación dilata al siguiente vuelo. Al final del día, un vuelo hacia Guadalajara saldrá con un retraso de entre 30 minutos a una hora.

Lo mismo sucede en las llegadas: las demoras de la Capital están ligadas a esos errores o dislates desde el Valle de México. Intenten -seguro muchos de ustedes lo han hecho- volar un domingo en la noche hacia la capital. Buena suerte en el tiempo perdido.  Una y otra vez, el presidente -y, para el caso, sus seguidores más fervientes- han sugerido que la construcción de Texcoco es un nido de corrupción y el apoyar su reinicio es estar del lado del corrupto o serlo. Sin embargo (como sucede con muchos de los dichos de esas comparecencias diarias en Palacio Nacional con los medios) no se dan datos o acciones que respalden la acusación. Al contrario, en el afán de terminar con el NAIM, la administración actual pagó a los constructores peso sobre peso sin cuestionar contratos o acciones. Y Santa Lucía tiene enormes asegunes que la hacen ver lejana y poco práctica.

No se trata de una necedad o intento de destruir las acciones de una administración, mucho menos una confrontación de oposición sino del sentido común. Repito, la cantidad que usa aviones en México es menor en comparación a los millones que viven en la imposibilidad, en la pobreza.

Pero, si en algo tan evidente hay errores de apreciación y ejecución, ¿Qué sucede con los programas y acciones que sí afectan a esa enorme población en necesidad? Los niveles de popularidad dirían que funcionan pero en qué medida y hasta qué niveles son, hoy, una incógnita. En una semana es el informe del presidente. Esperemos que en el documento que se entrega al poder legislativo haya datos más claros para ver esa ejecución. Porque, seamos honestos, en el “mensaje” a propósito del mismo no lo veremos. Será una comparecencia como la de todas las mañanas con la diferencia que los aplaudidores no serán youtuberos.

goliveros@me.com

  • Gonzalo Oliveros
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