Donald Trump hizo un llamado que si bien va acorde a su campaña populista, no está lejano a lo que cualquier mexicano debería de pedir: ¿Qué está haciendo México con su estrategia de seguridad que es tan deficiente?
Porque si en las últimas 72 horas nos hemos distraído con tarifas e impuestos de importación, la pulpa del reclamo de la naciente administración republicana es el mismo que sinaloenses, tabasqueños, morelenses, chilangos, regios y tapatíos se hacen todos los días.
Si el país está a merced del Crimen Organizado, es obvio que estos aprovecharán el caos de una frontera porosa como la existente entre México y Guatemala para exponencial el tráfico de personas. Gracias a ese desmán, las autoridades norteamericanas no se dan abasto para controlar sus propios límites y, con ello, el trasiego de drogas se facilita.
Trump comenzó su mensaje del lunes con un reclamo repetido una y otra vez en sus mítines: las fronteras son inexistentes no solo por la torpeza ideológica de los demócratas sino por la pasividad canadiense y la permisividad casi perversa del gobierno mexicano.
Esa permisividad ha inundado el territorio nacional de venezolanos, haitianos, nicaragüenses y salvadoreños que no solo buscan llegar a territorio estadounidense, sino que ven en México otra oportunidad de resguardo, buhardilla necesaria ante la barbarie cotidiana de sus países, mismos que -en su mayoría- son apoyados por el gobierno actual.
La respuesta epistolar del martes fue para la grada y los medios, calculada a partir de una lógica del consumidor tradicional no solo de noticias sino de bienes y servicios. Arancel por arancel como idea de parar el reclamo y distraer la vergonzosa realidad que llena de muertos ciudades y carreteras, que -sí- se financia del consumo exacerbado de sustancias en las urbes gringas pero que no ve límites para su poderío y control en territorio nacional. El dinero del narco disfrazado de remesas que ayudó a una narrativa triunfalista así fuera desde el fracaso.
El frío silencio de los cercanos a Trump hizo que la administración de Sheinbaum -con un Juan Ramón de la Fuente opacado por los ultras y la vieja guardia de López Obrador- se dejara de correos y tomara el teléfono.
A Trudeau le contestaron en 15 minutos. Sheinbaum esperó día y medio.
Y contra las sonrisas del tweet triunfante donde creen haber controlado al magnate, dos golpes a punta de tabloides.
El primero, la editorial en contraportada de La Jornada, diario que nunca podrá pensarse lejano a López Obrador pero con enormes diferencias con Sheinbaum, tantas que el epígrafe sirvió de correo para guiar los ánimos belicosos de Palacio Nacional.
El otro, una nota en Rolling Stone donde se advierten los deseos de cercanos y afines a Trump para invadir territorio mexicano y poner en cintura a narcos cuyo poderío existe a partir de las complicadles -por corrupción o indiferencia- con autoridades mexicanas de todos los niveles.
‘¿Qué tan grande debe ser una invasión a México?’, titula la nota la revista.
A veces hay que entender que ponerse con Sansón a las patadas puede tener resultados que van más allá de la aclamación de la tribuna.