En el día número cuatro del Segundo Piso de la Cuarta Transformación, vale la pena reventar los globos y decir las verdades que no le gustan a nadie.
Cierto, el discurso inaugural era la oportunidad de despedir una era y comenzar otra. Sheinbaum lo hizo con creces pese al disgusto de algunos: elogió a López Obrador hasta la ignominia para, tras la sobada al ego, recordarle que su era se acabó e iniciaba el tiempo de mujeres.
Pero, conforme pasan los días, el exilio es físico, no en espíritu. El expresidente se presenta de todas formas: en la mañanera en frases y paleros, en las calles en peluches y lonas, en la propaganda de redes y medios públicos y, por supuesto, en el decir y actuar de Claudia Sheinbaum que lo pone por arriba de ella día a día.
Las ideas son encargos del antecesor, las acciones son compromisos del pasado reciente y hasta el lenguaje es un subrayado continuo que ‘el presidente’ es AMLO.
Con todo, la propaganda hace agua. Las nuevas mañaneras no logran posicionar agenda o frases que sometan la atención de la opinión pública. El estilo lacónico y la frialdad diseñada del personaje presidencial actual hacen que la labor de los paleros conocidos -aun coordinados por Jesús Ramírez- sea contraproducente. Las preguntas suaves que ayudaban al ex mandatario a desarrollar paisajes e ideas controladoras se convierten en hastío para la presidenta, quien corre durante 90 minutos hastiada de la pérdida de tiempo que significa un ejercicio en donde -se nota- no se siente a gusto.
Ese es un problema mayor. El gobierno anterior logró sortear ante la crítica y los yerros a partir de la muy eficaz maquinaria de propaganda diseñada ex profeso a imagen y semejanza de López Obrador. Maquinaria que, incluso, hizo del martes no solo una toma de protesta, sino de un alargamiento del control que AMLO tiene en las cámaras y partido convertido en gritos de lealtad y agradecimiento.
Hoy, con esa maquinaria fallando en el fijado de agenda, deja que los huecos sean llenados por las pifias y errores mayores como la masacre en Chiapas o los exabruptos de diputados y senadores. Eso, sin contar la fragilidad mayor: los cómo.
El martes, Claudia Sheinbaum enumeró 100 puntos que lograrían un país distinto hacia 2030. Desde energías renovables hasta satélites mexicanos, pasando por autos eléctricos y bacheo de carreteras -increíble que lo obligatorio (salud, educación, seguridad, infraestructura mínima) se convierta en compromiso de campaña a aplaudir-. No obstante, en ningún momento aclaró de dónde saldrán los recursos mínimos para la hazaña. Como sea, López Obrador tuvo el cuidado de mentir un poco sobre los recursos emanados del combate a la corrupción…cuando al final drenó hasta el último centavo de ahorro que existía.
Los habilitadores del régimen -hipócritas hasta la médula- han comenzado a deslizar dos ideas de financiamiento. La primera, un mayor nivel de deuda -esto pese a que en el presupuesto del año corriente se autorizaron dos billones de pesos para terminar obras- y un ajuste fiscal sin pasar por una reforma.
En pocas palabras, una mayor carga del gasto de gobierno que terminará financiada por la misma clase social de siempre: la media.
Una y otra vez, la 4T y sus simpatizantes con espacio mediático utilizan la explicación del respaldo popular a partir de los más de 36 millones de votos obtenidos en las urnas. No obstante, omiten decir que muy probablemente muchos de los votantes hubieran pensado dos veces el voto si les explicaban que lo prometido solo podría hacerse con una carga financiera mayor y una erosión en los ingresos de un sector social.
No dudaría que, en el círculo interno, estas cuestiones hayan comenzado a menguar el ánimo de la flamante presidenta, quien ademas debe de lidiar con un equipo desarticulado y una guerra soterrada de manera interna por las grillas palaciegas, grillas que hoy son de ella.
Eso, sin considerar que el crimen organizado ha mandado claros mensajes de quiénes mandan en el país, cambie quien cambie en el Ejecutivo.
Al cuarto día, si hacemos un acercamiento microscópico, las cosas no son tan doradas como se ven desde la terraza frente a Palacio Nacional.