El dilema y debate sobre la reforma al poder judicial ha demostrado los peores defectos de la nueva clase política mexicana. Durante años, los personajes que hoy detentan el poder lucharon en pos del honor y la decencia -bueno, algunos de ellos. Otros como Ricardo Monreal hicieron de la traición el camino para escalar posiciones de poder sin reparo-, cosa que se ha transformado ahora en un vodevil penoso donde el personaje principal es la presidenta Sheinbaum.
Vamos por partes: López Obrador -expresidente, si nos hacen el favor- decidió que la mejor venganza contra un poder judicial renuente a ser genuflexo hacia su persona era también la mejor solución contra una persecución en su contra -Sheinbaum puede ser leal, pero ante una eventual crisis la carta de ir contra allegados y familiares de ex mandatarios es salida fácil-. Inventó que la democracia era el camino para la purificación de la justicia y diseño un método voraz de eliminación y selección de jueces, magistrados y ministros, método donde las autoridades actuales terminarían, si no expulsadas, sometidas a padrinos y poderes extra jurídicos. La política terminaría mandando por encima de la ley, como era en los tiempos del PRI que añoraba secretamente el tabasqueño.
Lograron -como quieran, pero lo lograron- la mayoría calificada en ambas cámaras para cambiar la Constitución a partir de la ideota de AMLO, pero el camino estuvo lleno de hoyos e irregularidades que no pueden olvidarse.
Dados a normalizar la grilla y la presión, hicimos rutinario el chantaje y la utilización de órganos del Estado para coaccionar el voto de legisladores, votos que se llevaron a cabo en circunstancia heterodoxas y lejanas de las mejores condiciones de discusión y debate. Vamos, la noche de los cuchillos largos de San Lázaro, los legisladores estaban más interesados en la cena que servirían en la parte trasera del gimnasio de la Magdalena Mixuca que en la discusión que se desarrollaba en el improvisado pleno.
A la mitad, los trabajadores del Poder Judicial, quienes han argumentado de forma correcta las irregularidades y violaciones que podrían demostrarse en un juzgado sufridas a los derechos humanos -libertad de trabajo y desarrollo de personalidad, para comenzar- por la aprobación de la reforma sin considerar las suspensiones de todo tipo que lograron de los mismos juzgados.
Si algo ha faltado en la discusión y defensa de la reforma por parte del oficialismo es serenidad y argumentación jurídica sofisticada. Han intentado centrar la justificación en un solo artículo de la Carta Magna evitando acceder a la discusión mas de fondo que desarrollan los jueces.
Cierto, las manifestaciones en las calles de los trabajadores van desde lo sentimental hasta lo áspero, pero lo que pudiera desarmar la propuesta es una combinación entre el lenguaje coloquial y la expertise técnica que tienen. Por ello, los esfuerzos de esta semana del obradorato -sigue siendo eso- después de la encerrona en el Fiesta Americana entre legisladores y dirigentes de MORENA fueron torpes y hasta soberbios.
La insistencia que ellos pueden hacer con la Constitución lo que se les pegue la gana causa, ya, malestar en distintas capas. Puede ser que 36 millones de personas votaran por la reforma al poder judicial -muy dudoso que haya sido así, pero démosle por buena dicha argumentación-, dudo que haya una mayoría que acepten que su voto era un cheque en blanco al vacío legal y el desacatado que se vive hoy en día.
A toda la sinrazón semanal, hay que integrarle la mala y poca asesoría que ha tenido la presidencia en el flanco de la comunicación. Nadie le hace ver que repetir el rosario obradorista no es suficiente, se necesita -como para bailar la bamba- una poca de gracia y otra cosita.
Los asesores de Sheinbaum le recomendaron convertir su conferencia matutina en un ring en contra de una jueza de distrito de Veracruz, quien dictó medidas cautelares en contra de quienes violaran la suspensión definitiva a un acto de abuso de autoridad.
López Obrador entendía que el enemigo no era el Pueblo y personajes menores, sino la famosa Mafia del Poder y los personajes de alto rango. Claudia Sheinbaum podrá ser científica, pero dicho conocimiento no le ha servido para entender que no está elevando a una cancha mayor a un peso pluma como la jueza Nancy Juárez, sino que ella -considerada peso completo de la política- se ha rebajado en estatura política por una mala asesoría.
Habrá que ver si esa asesoría equivocada fue accidental o alguien quiere eso: convertirla en blanco fácil.
PORTAPAPELES
Sobre pesos: Alejandro Puerto se ha ido contra Carlos Lomelí en su berrinche y renuncia a la fracción de MORENA en el Congreso de Jalisco. Algo me dice que estará cobijado por ultras y paleros periodistas capitalinos, pero no podrá ir muy lejos en Jalisco.
Un peso mosca cuya percepción es de peso completo. Veremos si aguanta la golpiza.