La frase explicada por la IA: “Si le escarbo encuentro”, se refiere a la vieja idea de que, si uno profundiza o investiga en algo, es probable que descubra información, una razón, o incluso un problema o algo oculto.
El dicho aplica a un sinfín de rubros, pero en esta colaboración me referiré a la administración pública, en donde en tiempos actuales, por más que se trate de esconder algo o alguien, es casi imposible, ya que los ojos ya no son ecos de la simple memoria, más bien son el complemento de las cámaras portátiles de los celulares, lo que nos convierte a todos en reporteros.
Aquí el meollo del asunto es quien porta el traje, la piedra preciosa o los tenis de edición limitada, Si lo hace el conocido millonario no causa ni extrañeza o estupor, pasa desapercibido ya que es usual en su vida cotidiana; malo es cuando el nuevo funcionario público se convierte en rico de la noche a la mañana y muestra rápido su código postal.
¿Quién arriba de los 50 años no recuerda al personaje Huicho Domínguez, en la telenovela “El Premio Mayor” que lo convierte en el ser ostentoso y sin modales, pero con mucho dinero?
Hoy los Huichos pululan, pero no con un billete ganador de la lotería, sino cayendo en la maldita corrupción, producto de haber llegado al trono donde se aprovechan de lo ajeno, haciendo cómplices a compinches del pasado, sin olvidar a los parientes sacados de su acostumbrada ignorancia.
Cambiando el dicho original de Buda y aterrizándolo al tema de hoy, hay tres cosas que no se pueden ocultar; el embarazo, el dinero y lo tonto, y es precisamente el segundo ejemplo en donde el que no cae resbala con la presunción, como doña alcaldesa que presume su collar por ser muy adorada, o el senador chafo que se va en primera clase y los vástagos que se hacen, junto con sus amigos, en mega millonarios y todos gozan de impunidad, incluyendo a delincuentes que ocupan cargos y escaños.
Hoy no hay que escarbar mucho para descubrir lo exageradamente visible, ya nadie juega a las escondidas, al contrario, mostrar su vileza y desvergüenza los hace más poderosos, llevando al país y a sus mayorías en simples espectadores que pagarán con creces y por generaciones los pecados ajenos.