El ambiente es raro en cada rincón de México, se percibe preocupación por el presente, pero más por el futuro, no se nota un dejo de placer o satisfacción por el camino recorrido en los últimos seis años.
Nos pegó durísimo la pandemia del covid, aunado a la inseguridad y violencia que estuvieron peor que nunca, al grado que la salud psicológica fue afectada por encierros, miedos, pesadillas y demás traumas.
La pérdida de empleos, la escasez de dinero para los gastos más elementales se hizo presente y, aunque hubo dinero regalado para millones, este no cubrió la inflación de la canasta básica, el servicio médico, útiles educación, agua, electricidad, gas, ropa, enseres domésticos, seguros de vida, vehículos y mantenimientos, y mucho menos vacaciones y otros gastos superfluos.
Las clases medias fueron las más perjudicadas, esos a los que el señor que se va les dedicó la guerra, calificándolos de aspiracionistas y sin valores morales, situación que engendró una separación de las clases económicas y cuyo objetivo del Ejecutivo fue precisamente ese, aislar a cada segmento y así obtener los frutos deseados mediante el aborrecimiento de los pobres hacia los de más arriba, esto a través del apoyo incondicional hacia el gobernante que se dijo su defensor, argumentándolo con su frase de “primero los pobres”.
Y como el nazi Joseph Goebbels, ministro de propaganda del Tercer Reich, aún con la guerra casi perdida empleaba su técnica que se resume en una frase a él atribuida:
“Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”, situación parecida en México a través de las aburridas, largas y tendenciosas mañaneras.
Los distractores también fueron parte del éxito: repetir que la salud en México sería mejor que la de Dinamarca, o los abrazos y los no balazos, o el remachar con “yo tengo otros datos”, o el sentimiento hacia España por no reconocer abusos en la Conquista, fueron formulas muy efectivas que ocupaban el tiempo de intelectuales y críticos, dejando a un lado lo que hoy se vive.
La avasalladora desaparición de poderes como el Judicial y de dependencias que, si no eran las mejores, cuando menos existían y le servían a muchos.
Y qué decir de la militarización, la corrupción descarada de amigos y funcionarios del sistema bajo su yugo, el nepotismo imitado en cada estado y rincón en donde se le idolatra, el servilismo al narco, y la desfachatez para gastar en caprichos billonarios.
Ya se va, pero deja a muchos fanáticos. ¿Habrá parte dos?