Carta al rey de España para pedir disculpas por la conquista y luego proponer una “pausa” en las relaciones con ese país; petición al presidente de Austria para que devuelva el penacho de Moctezuma; sumisión expedita ante Trump y discrepancias serias con Biden; una visita a Washington para apoyar la campaña republicana y una obligada reunión con Biden y Trudeau para firmar el T-MEC; cero giras internacionales para posicionar a México; desinterés total de compromisos sobre cambio climático; participación en el Consejo de Seguridad de la ONU para presumir programas asistenciales; apoyos tácitos a Daniel Ortega, Nicolás Maduro y Miguel Díaz-Canel; embajadores impresentables y/o impreparados. Y para explicar y fundamentar esa “política exterior” dos frases: “la mejor política exterior es la política interior” y “aplicamos la doctrina Estrada”.
La joya de la corona de esa cadena de ocurrencias, errores, pragmatismo burdo e incongruente y omisiones que han caracterizado a la política exterior de la 4T, iba a ser la tibieza y la supuesta neutralidad frente a la invasión rusa a Ucrania, una guerra injustificada y trágica que modificará la geopolítica en las décadas siguientes, alejando a México de Occidente (no solo de EU) y, por tanto, de la defensa de un orden mundial basado en el derecho, la democracia y la libertad. Afortunadamente y contra su costumbre, López Obrador rectificó a medias y hubo un posicionamiento de condena, “enérgico”, pero sin sanciones y manteniendo la amistad con la Rusia de Putin. ¿?
El asunto es de enorme trascendencia. Frente a ese cúmulo de ocurrencias y fobias ideológicas del Presidente urge reflexionar qué tipo de política exterior requiere México en este tiempo convulso. Dos preguntas básicas para la discusión. La primera, ¿qué alianzas y relaciones internacionales son prioritarias para potenciar el desarrollo integral del país? Segunda, ¿cuál es el papel que debe y puede jugar México en la construcción de un orden mundial basado en los principios de la democracia, la libertad y demás valores de la carta de derechos y obligaciones de la ONU? Al responder a esos cuestionamientos México podrá posicionarse frente al realineamiento geopolítico que se avecina.
Nuestra geografía e historia y la aspiración a ser un país más justo, libre y democrático no debieran dejar muchas dudas al respecto. El futuro económico de México está ligado a Norteamérica y los valores que han guiado nuestro desarrollo nos identifican con Occidente. Ello no significa que seamos incondicionales de la Casa Blanca, pero coquetear con Rusia en tiempos de confrontación con EU y Occidente nos puede salir muy caro. Pareciera que AMLO no lo considera así.
Queda un tercer asunto muy delicado y complejo. Pese a la asimetría de la relación entre México y EU y a las diferencias de todo tipo, tenemos tantos intereses comunes que la relación —con todo y altibajos y desencuentros— se ha basado en la conciencia de la necesidad de ser socios y aliados. Sin embargo, ¿qué hacer si vuelve a ganar la derecha populista y la Casa Blanca redefine su relación sobre el supuesto de que México es enemigo de EU? Definir y aplicar desde ahora estrategias de defensa de nuestros intereses debiera ser una de las prioridades centrales no solo de la política exterior, sino de seguridad nacional. El sometimiento servil de AMLO ante Trump o la confrontación por el supuesto golpismo de Biden no pueden ni debieran ser la única alternativa.
Guillermo Valdés Castellanos