Hace 22 años el país era muy distinto. Se hablaba de la esperanza de una transición de un régimen autoritario hacia una democracia con alternancia en el gobierno. En ese contexto comencé mis colaboraciones en MILENIO. Durante 16 años, del 2000 hasta hoy (interrumpí mis colaboraciones los seis años del gobierno de Calderón) he analizado las complejidades del quehacer político en México, las dificultades para hacer realidad los fines de aquella transición que se quedó básicamente en lo electoral: se concretó la reforma del acceso al poder, pero se frustró bastante el cambio del ejercicio del poder.
Hoy, conforme se acercan las elecciones presidenciales de 2024, se intensifica la lucha del presidente López Obrador por concentrar el poder y, de esa manera, prolongar la vida de la supuesta 4T. La pelea será sin cuartel. Van tres años y medio de un proyecto populista sustentado en un presidencialismo de fuertes rasgos autoritarios, que en nombre del fin de la corrupción y primero los pobres, ha destruido instituciones públicas de enorme valía y minado las capacidades de ejercer un gobierno eficaz y transparente que le dé vigencia a los múltiples derechos inscritos en la Constitución. Sus resultados han sido muy malos, todos documentados por las mismas cifras oficiales. Las intenciones no cuentan a la hora de sacar los saldos. Pero el riesgo más grave es el de anular las reformas —que tanto trabajo costó—para democratizar el acceso al poder. Revertir ese logro significaría cancelar por quién sabe cuántos años, las posibilidades de reformar en serio y para bien, el ejercicio del poder.
Lograr una transición democrática real e integral —la que incluye democratizar el acceso al poder y revolucionar con mirada y prácticas democráticas, transparentes, incluyentes y eficaces, el ejercicio del poder y de la cual nos han quedado a deber los cuatro gobiernos posteriores al 2000— ha sido el tema recurrente de mis análisis estos 16 años. Además, durante el gobierno de Peña Nieto agregué a mis colaboraciones el análisis sobre la frivolidad de las estrategias de seguridad frente a un crimen organizado que constantemente rebasa los límites de lo tolerable en materia de crueldad para asesinar y expoliar a la sociedad. Esa frivolidad fue rebasada por la irresponsabilidad de los abrazos y no balazos de AMLO.
Afortunadamente, hoy, a dos años de las elecciones presidenciales, se renueva la esperanza de que en 2024 los mexicanos despidamos a la supuesta 4T y le demos otra oportunidad a la transición. Hay motivos para el optimismo: a) las derrotas a manos de la SCJN y el INE; b) la batalla política y comunicativa que perdió frente a Loret de Mola por la “casa gris” de su hijo; c) sus disminuidos 15 millones de votos de la ratificación (los tres, signos de la debilidad y errores de AMLO) y, d) la recuperación de la oposición y su voluntad de permanecer unida hasta derrotar a Morena en el 24. Aún faltan muchas batallas entre el populismo y la democracia, y mucho trabajo que hacer por parte de la oposición, pero se asoma la eventual despedida de la supuesta y autocrática 4T.
Mientras averiguamos si eso ocurre, me toca despedirme de este espacio de análisis. Me voy con sentimientos encontrados. Por un lado, el agradecimiento real a MILENIO por el espacio y el respeto a mis textos durante tantos años y a los lectores por su paciencia; por el otro, una gran tristeza de no poder continuar, desde estas páginas, el análisis de la política real y la posible. También me voy convencido de que es necesario y vital seguir haciendo oposición crítica. Hay mucho en juego.
@gvaldescas