La realidad está aplastando lo que quedaba de la 4T. La primera etapa de la destrucción de esa gran esperanza que generó la llegada al poder de López Obrador estuvo a cargo del propio presidente. No me entretengo mucho en el asunto pues está muy bien documentado: logró que, en 2019, la economía decreciera; su política de abrazos y no balazos resultó, como era de esperarse, un fracaso y la violencia rebasó el récord de Peña Nieto, no se diga el de Calderón; no hay ninguna evidencia de que la corrupción haya disminuido y sí hay muchos indicios de que sigue igual o crece.
En su intento por alterar la ecuación de poder entre política y mercado, el saldo negativo es múltiple: la resurrección del presidencialismo autoritario, con lo que ello significa en términos de debilitar la imperfecta pero necesaria y real democracia mexicana; además desapareció la confianza empresarial, variable fundamental del crecimiento y la generación de riqueza. Los programas orientados a disminuir la pobreza no han representado un incremento real del gasto social con respecto a gobiernos previos; solo reasignaciones de unos programas a otros, debido a la negativa a incrementar la recaudación fiscal. Todo lo anterior causó la caída de la aprobación presidencial de 20 puntos entre diciembre de 2018 y marzo de 2020, la cual está registrada en todas las encuestas.
La realidad que acabará aplastando los sueños de AMLO y de millones de mexicanos de un país mejor es la de la pandemia y su colapso económico. Una parte de la caída del PIB y cientos de miles de desempleados se deberán a la negativa del gobierno a instrumentar una política anti crisis, pero difícilmente sabremos cuántos. Sin embargo, los que sean, agravarán la tragedia que se nos viene encima. Según el INEGI, 12. 5 millones de mexicanos se han quedado sin ingresos (de los cuales 560 mil son empleadores) a los que debe agregarse 6 millones más que declararon estar en condición de subocupación, esto es, que están trabajando menos horas a lo que están dispuestos a hacerlo y con un ingreso menor, por lo que están buscando opciones para completar su jornada y su ingreso. Un total de 18.5 millones de mexicanos afectados —sin empleo, sin ingresos o con uno insuficiente— que a partir de estos días que la economía se está reabriendo, saldrán a buscar trabajo. GEA estima que, al terminar el sexenio, la riqueza producida por la economía mexicana será prácticamente la misma que la de 2019, es decir, que el crecimiento que se registrará en los próximos cuatro años apenas servirá para recuperar lo que teníamos al final del año pasado. Con una economía así, ¿cuántos de esos 18.5 millones de mexicanos recuperarán sus empleos y/o su nivel de ingresos? Varios millones no. Todo esto significa, para efectos prácticos, que el de AMLO será un sexenio perdido, con mucha más pobreza que cuando comenzó.
¿Y la respuesta-propuesta del presidente? Una burla: un decálogo de recetas morales y consejos espirituales de auto ayuda. ¡Todo un jefe de Estado! Dice Jorge Zepeda que lo peor que puede pasarnos a los críticos de AMLO es que fracase su proyecto. Tiene razón, va a ser una tragedia, pero para todos, especialmente para los pobres, los que dice que más le importan. Me temo que va a fracasar, pero no por nuestras críticas ni porque lo queramos, sino por sus políticas, su desapego a la realidad y su ceguera ideológica. Él solito lo logrará.