“Nadie sabe que estoy aquí”

  • Cinediciones
  • Gustavo Guerrero

Toluca /

Con una presencia que propaga palabras que nunca se hablan por sí mismas, el personaje Memo (Jorge García) sería un verdadero desconocido si el espectador no tuviera el soporte visual que “Nadie sabe que estoy aquí” ofrece tan bien. Gracias a la banda sonora, flashbacks que parecen sueños e inserciones basadas en un realismo fantástico, la película profundiza en los aspectos más íntimos de un protagonista, sus traumas, sin olvidar traer vivacidad e incluso una trama de romance.

En una historia trágica como la de Memo, marcada por la interrupción de su infancia, sus sueños e incluso su futuro debido a la codicia de su padre, “Nadie sabe que estoy aquí” podría confiar exclusivamente en lo que está sucediendo en la mente de ese hombre. Pero eso no es sólo lo que vemos en la pantalla. Como adulto y completamente rehén del pasado, usando su cuerpo para intimidar y bloquear a las personas que lo rodean, Memo no se presenta a otros personajes de la misma manera que al espectador: nosotros somos los que vemos sus crisis.

La elección para usar colores cálidos para transmitir los deseos de Memo es grata y trabaja para alentarnos a comprender la carga que el protagonista lleva en silencio. Combinado con colores y adiciones de fantasía, la fotografía también ayuda a capturar con más detalle el vacío que llena esa vida olvidado por el propio Memo: especialmente en las escenas de su casa, con ángulos que lo aíslan en su propio entorno o lo transforman en una parte fija de él, y en escenas aéreas, cuando camina completamente sólo por hermosos lugares chilenos.

El uso del sendero también es importante para entrar en la mente del protagonista. La canción que Memo grabó de niño, pero nunca obtuvo el debido crédito por ella, hace eco en varias ocasiones en la película para mostrar que todavía necesita redimirse de lo que sucedió en el pasado. El filme tiene dos partes que no se hablan completamente entre sí debido a que el protagonista se enfrenta a una posible reconciliación de manera algo abrupta. Sin embargo, sería necesario de una forma u otra. Los colores rojos antes mencionados sirven para dar la impresión de que Memo puede estar soñando o experimentando algo intenso por primera vez; y la película en sí misma indica que la realidad es la segunda opción. Cuando el protagonista finalmente usa su voz como prueba, vemos que no busca confirmar su verdad a los demás: en resumen, Memo entiende que el simple acto de cantar en público ya es una forma de desahogar sus ansiedades. Nunca quiso probar nada, pero la confirmación también es un paso hacia la liberación.

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