Ya no estoy aquí (1/2)

  • Cinediciones
  • Gustavo Guerrero

Toluca /

Otro Ulises se une a la extensa lista de personajes homónimos de ficción que rinden homenaje a la Odisea de Homero con sus jornadas de pionerismo y de retorno al hogar. En esta ocasión se trata de un joven de 17 años (Juan Daniel García Treviño), que huye de Monterrey debido a una confusión entre pandillas locales, cuya jornada épica se asemeja a la de muchos otros mexicanos que ingresan ilegalmente a los Estados Unidos en busca de nuevas oportunidades o huyendo de situaciones de flagelo. La diferencia del filme “Ya no estoy aquí” es que, aunque pueda desaparecer en este océano de estadísticas, la odisea de Ulises es extremadamente particular. El joven depende de que tanto su historia como su identidad no sean suprimidas en el trayecto. En el barrio donde vive, la integración entre pandillas es una cuestión tanto de colectividad como de supervivencia. El grupo de Ulises se autodenomina Los Terkos; sus integrantes se visten, cortan el cabello y hacen pasos de danza dentro de un mismo concepto visual para celebrar a Kolombia, un estilo de vida basado en una batida desacelerada de cumbia. La película de Fernando Frías de la Parra cuenta con una vena documental fuerte, que se aprovecha de una dosis generosa de exotismo implícito en esa revelación de la subcultura de Kolombia. Por esta razón la jornada cobra colores propios.

Ulises no es el típico expatriado en busca de un recomienzo, porque ello implicaría dejar atrás su cultura. Aquí viene el potencial dramático de la película, porque Ulises desentona de los escenarios por donde transita, y cualquier desgaste de su imagen enormemente calculada (puede ser sólo una mecha de cabello mal peinada) significa un grado de pérdida, de supresión. En una analogía posible, es como si el kimono de un samurái amarrado con esmero se va desaliñando a cada golpe en un duelo duro de espadas. El gesto del samurái que perdió su maestría y corta su cabello como señal de esa deshonra no escapa al director en el filme. En otra analogía, es como si el exiliado fuera un danzante que carga su estandarte bajo el sol abrasador, pero sobrecargado de capas y capas de identidad. Aquí, la narrativa de la película cobra un carácter homérico cuando entendemos que trágicamente Ulises tiene que cargar sobre sus espaldas la existencia de Kolombia en los Estados Unidos, aunque en Monterrey ya sufre otro tipo de pérdida, gracias a la seducción que la violencia ejerce sobre las pandillas. Por ser una película de resistencia cultural con muchos pliegues, me permitiré concluir mis comentarios la próxima semana. Hasta entonces.

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