Para volver a ganar Tenochtitlan, luego de su derrota de la Noche Triste, Cortés construyó una federación guerrera resolviendo a sangre y fuego pleitos dinásticos de los señoríos indígenas (altepeme) que se lo solicitaron.
Por ejemplo: los de Cuachquechollan, hoy Huaquechula, en el valle de Atlixco; Izúcar, hoy Izúcar de Matamoros; Tepeji, hoy Tepeji de Rodríguez, Texcoco, Huexotzingo, y Tlalmanalco, en el fértil valle de Chalco.*
Mientras Cortés fraguaba estas alianzas zanjando pleitos sucesorios en los altepeme dominados por los mexicas, ¿qué hacían los mexicas? ¿Por qué no salieron a perseguir y exterminar a los diezmados españoles luego de su catastrófica Noche Triste?
Porque los mexicas estaban metidos en su propio enredo de sucesión dinástica después de haber matado a Moctezuma en una pedrea, y de que la viruela se llevara al vibrante sucesor de Moctezuma, Cuitláhuac, primer muerto célebre de los millones que vendrían en las décadas siguientes por aquella peste ciega, involuntaria, pero eficientemente genocida, que mataba sobre todo a la población indígena.
Hubo más alianzas que sometimientos y exterminios
El ascenso de Cuauhtémoc al mando de Tenochtitlan derivó de una intriga palaciega complicada, pues Cuauhtémoc era principal de Tlatelolco, no propiamente de Tenochtitlan, y para hacerse del poder tuvo que matar a un hijo de Moctezuma.
En esos meses de desorden sucesorio en Tenochtitlan, Cortés pudo poner su espada al servicio de los altepeme (señoríos) que se lo pedían y cuajar lo que Federico Navarrete describe como la fórmula todavía mal leída de la conquista: las alianzas de los altepeme con los expedicionarios españoles.
La conquista, como expresión de las alianzas indígenas, tuvo implicaciones profundas para la fundación de la Nueva España.
No las hemos leído con claridad, sea porque miramos aquellos hechos desde la versión colonialista, que cuenta la historia de los españoles avasallantes, sea porque los miramos desde la visión de los vencidos, según la cual, también, todos los altepeme fueron sometidos a sangre y fuego.
Sangre hubo mucha y fuego bastante, pero hubo más alianzas que sometimientos y exterminios. La mezcla resultante de las alianzas es la que hemos olvidado o desvirtuado en nuestra memoria de lo que llamamos Conquista de México.
* “Cortés, el extranjero útil”, Nexos: https://bit.ly/3d6Txju) y Federico Navarrete: ¿Quién conquistó México? (Random).
Héctor Aguilar Camín
hector.aguilarcamin@milenio.com