En lo que llamamos “la Conquista de México” participaron unos 2 mil 100 españoles. Entre 1519 y 1521, apenas hubo en un mismo momento más de mil.
Murieron en el intento seis de cada 10, proporción “mucho mayor que los que solían morir en campañas análogas de Europa”, precisa José-Juan López Portillo, autor de un ensayo sin desperdicio: “Cortés, el extranjero útil” (Nexos, septiembre 2019. https://bit.ly/3d6Txju).
Una proporción mucho menor, uno de cada 15, murió en el contingente de 6 mil españoles integrantes del ejército multiétnico de los Habsburgo que derrotó y capturó a Francisco I de Francia en los campos de Pavia, en 1525.
La pregunta obvia que suscitan estas cifras es: ¿cómo pudieron estos tan pocos y tan mortales aventureros conquistar México, es decir, la muy poblada y guerrera ciudad de Tenochtitlan, joya del llamado imperio mexica?
La pregunta interesante es cómo pudo Cortés crear esa federación
La respuesta es simple: no pudieron. No fueron sus poderes bélicos, ni el supuesto terror sagrado que infundían con sus caballos y sus arcabuces, los factores que explican lo que llamamos la Conquista de México.
Fue su capacidad de obtener aliados indios y de agruparlos en la causa antimexica, en una causa común que admite el nombre de “federación guerrera”. Esta federación, integrada en mayoría abrumadora por lo que llamamos indios, llevó a cabo lo que llamamos Conquista, es decir, la derrota del pueblo mexica y la caída de Tenochtitlan.
La pregunta interesante es cómo pudo Cortés crear esa federación. La respuesta al uso es que pudo hacerlo por su genio político, porque supo leer en los enigmas de aquel extraño mundo, absolutamente desconocido para él, la constante política clave: la opresión mexica y la disposición de los señoríos indígenas dominados por Tenochtitlan a rebelarse contra ella.
Del genio político de Cortés no hay duda alguna, pero sobre el mecanismo que utilizó para ir agremiando señoríos a su federación guerrera, hay muchas confusiones todavía.
José-Juan López Portillo ha descrito ese mecanismo. No tiene que ver tanto con el genio político de Cortés como con su capacidad de poner la violencia española al servicio de caciques que querían mantenerse en el poder o hacerse de él por la fuerza.
Héctor Aguilar Camín
hector.aguilarcamin@milenio.com