Quizá la figura legal más opresiva de nuestra legislación penal es la prisión preventiva oficiosa, mediante la cual puede encarcelarse a alguien sin haberle probado que cometió el delito que se le imputa.
El ejercicio opresivo de esta figura consiste en que induce a los jueces a encarcelar mecánicamente a alguien por la gravedad de los delitos de que se le acusan, sin que haya cómo anteponer una apelación jurídica inmediata que interrumpa la decisión.
La prisión preventiva justificada ya era una laguna de discrecionalidad, pero al menos obligaba a justificar la decisión del juez. La preventiva oficiosa es un mar de agresiones impunes contra los derechos básicos a la presunción de inocencia, el juicio justo y el debido proceso.
El mar se hizo más hondo y más oscuro con la ampliación, durante este gobierno, de la lista de delitos graves que merecen la imposición de la figura.
Gracias a estas legislaciones atentatorias México vive una catástrofe carcelaria desde el punto de vista de la justicia y de la simple humanidad.
Cuatro de cada diez personas presas hoy en México lo están bajo prisión preventiva oficiosa y justificada. De los 227 mil presos que hay en México cerca de 90 mil lo están sin que se les haya probado la culpabilidad en el delito que los tiene presos. Ver Luis Eliud Tapia Olivares.
Desconozco por completo la historia de cómo se fueron configurando tan terribles facultades legales para que la autoridad pueda irrumpir tan soberana e inapelablemente sobre la libertad de los ciudadanos acusados de algún delito grave.
Supongo que la figura estuvo diseñada en su origen para castigar a delincuentes reincidentes o capturados en flagrancia, en el momento de delinquir, robar o matar, respecto de los cuales, la culpabilidad fuera indudable o muy probable.
Su evolución ha sido siniestra hasta volverse un arma de los poderosos, no sólo del gobierno, para encarcelar a otros con sólo imputarles un delito.
Así lo demuestra la estadística de los presos sin sentencia, en su abrumadora mayoría personas de bajos recursos.
La prisión preventiva es una figura que está fundamentalmente en manos de los poderosos, y en nada estimula la investigación policial seria, ni la construcción de juicios sustentados en la verdad.
hector.aguilarcamin@milenio.com