Suena extraña pero no está desencaminada, en absoluto, la iniciativa de traer a Martin Luther King III a las celebraciones de Vicente Guerrero, pasado mañana, en Cuilapan. Los dos personajes empatan profundamente, a través de los siglos, en una veta fundamental de la historia de México que no suele estar presente en nuestros libros, aunque sea evidente en nuestros próceres.
Me refiero al subsuelo de población negra mexicana que se ha mezclado democráticamente en nuestro río racial, hasta casi desaparecer, pero cuyo peso en nuestra historia apenas puede exagerarse. Negros, mulatos o mestizos de linajes afro fueron José María Morelos, padre de la Independencia; el propio Vicente Guerrero; Juan N. Álvarez, caudillo de la Revolución de Ayutla, y Emiliano Zapata, el caudillo de la revolución que lleva su nombre.
En su prólogo a la última edición de su Zapata (FCE), John Womack Jr. recordó el trasfondo afro, popular, de la historia del sur mexicano.
Escribió Womack:
Desde los cimarrones, emigrantes y refugiados que salieron de los valles de Cuautla, Yautepec y Tetecala para hacerse de un lugar a lo largo del Balsas, hasta los pintos de la Costa Grande, que siguieron al mulato José María Morelos y luego al mulato Vicente Guerrero durante la guerra de Independencia, y más adelante a Juan Álvarez, en contra de los hacendados azucareros de Morelos, y luego los vengadores de Chiconcuac San Vicente en 1856, pasando por sus nietos, hasta llegar a las fuerzas revolucionarias de Tlaltizapán y Tlaquiltenango en 1911, todos estos mestizo-mulato-moreno-pardo-chino-sanbahigo-zambo-cafres fueron el auténtico núcleo y la fuerza viva de la desafiante, expansiva y explosiva rebeldía específicamente sureña.
El alegato de Womack, sobre la dimensión negra de la rebelión zapatista, es pertinente para la reflexión profunda sobre la historia racial de México. Womack apunta a uno de los grandes fetiches de nuestra historia, a saber: la noción del mestizaje como un asunto que se salda entre un español y una india.
Nuestra buena conciencia mestizófila ha echado a los negros de la ecuación. Pero, como sugiere Womack, para entender cabalmente nuestra historia, la vertiente negra de México debe ser restituida. De modo que: bienvenido a sus raíces mexicanas, Martin Luther King III.
hector.aguilarcamin@milenio.com