Para el presidente Joe Biden, el tema Israel-Palestina no figuraba como una de sus prioridades ni de campaña ni de gobierno. De hecho, su política exterior pretendía, de una u otra forma, no voltear a ver tanto a Medio Oriente, sino hacer énfasis en China. Sin embargo, ante la escalada del conflicto de los últimos días, es probable que el líder norteamericano cambie de opinión.
Casi todos los presidentes de Estados Unidos han intentado llevar a cabo un proceso de paz en Israel, y hasta ahora todos han fracasado. El conflicto es uno de los más complejos y difíciles de entender en el mundo. Desde afuera parecería mucho más fácil de lo que realmente es. “¿Por qué no se dividen el territorio? ¿Por qué no se ponen de acuerdo en dos estados y listo?”. Quien tenga esa visión simplista no piensa en las dimensiones religiosa, psicológica, cultural, histórica, tradicional y por supuesto de geopolítica internacional. La complejidad no lo justifica, desde luego, pero sí explica la improbabilidad de una solución.
Y ahora, en esta nueva especie de guerra fría global que vivimos, Turquía le pide a Rusia que mande tropas a Gaza para darle una lección a Israel, mientras que desde la Casa Blanca defienden las acciones de Israel, asegurando que tienen todo el derecho de proteger su territorio y llaman a la “coexistencia”. Pero a como estamos viendo el avance de las hostilidades, eso no será suficiente, y Biden tendrá que entrarle más de lleno al tema.
Apunte spiritualis. Pero el problema de Biden, más que internacional, será doméstico: el ala más a la izquierda de su partido lo presionará para llamarle la atención fuertemente a Israel, mientras que el resto de la clase política, y una buena porción del poder norteamericano en general, querrán ver a Biden apoyando a Israel sin tapujos. Sea como sea volveremos a los argumentos de siempre cuando se intenta un proceso de paz y a las posturas cerradas e inamovibles que, dada la complejidad, no serán nada fáciles de cambiar. _
Héctor Diego Medina Basave