Hay una clara vencedora después de los debates demócratas de la semana pasada: Kamala Harris. La senadora por California obtuvo su momento de gloria a costa de Joe Biden, quien todavía es puntero en las encuestas, pero que ha bajado hasta 10 puntos. Pero, ¿qué tanto puede ofrecer Kamala ante el colmillo político y la experiencia que tiene el ex vicepresidente?
Existe la creencia de que Biden es la opción segura porque solo él puede devolver a los demócratas los votos perdidos de la clase media blanca. Que no hay que arriesgar en un ambiente en el que la palabra “socialismo” va a ser colgada a cualquiera de los demás candidatos, además de que Biden siempre se ha posicionado como un político que puede negociar con los dos lados. Pudiera haber algo de razón en estas creencias, lo he comentado en este espacio, pero ahora veo, sobre todo después del debate, que no necesariamente es la fotografía completa.
Si vemos la historia reciente, cuando el Partido Demócrata ha decidido jugar a la “segura”, sin salir de su zona de confort, ha perdido: los casos de John Kerry, Al Gore o Michael Dukakis son algunos ejemplos. En contraste, cuando ha apostado por caras diferentes y a salirse de la normalidad, ha ganado: Barack Obama, Bill Clinton o incluso John F. Kennedy son ejemplos de ello. Quizá este sea el momento para no pensar en “recuperar lo perdido”, sino en “ganar lo nuevo”. Viéndolo así, Kamala Harris hace todo el sentido del mundo: no tiene mucha cola que le pisen, es mujer, de ascendencia afroamericana y asiática, con un muy buen récord como fiscal en el estado más grande e importante de Estados Unidos, y evidentemente con mucha frescura y capacidad de manejar debates y discursos.
Apunte spiritualis. “Ha nacido una estrella”, dijo un analista en la televisión norteamericana. Y sí, Kamala fue muy buena a la ofensiva, pero es muy pronto todavía, veremos si en los próximos debates logra también una buena defensiva contra los ataques que de seguro recibirá, y que sin duda recibiría de Trump. Ese será su reto.
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