Dentro de 19 días México saldrá a la cancha del Estadio Luzhniki de Moscú, donde debutará contra Alemania en la Copa del Mundo; ahí estarán los que todos sabemos y hasta Joachim Löw trae en la cabeza. Porque no hay más. Son los fieles a Juan Carlos Osorio y con quienes el seleccionador colombiano ha pasado las buenas y las peores.
En la portería Guillermo Ochoa, luego tres marcadores, Carlos Salcedo, Hugo Ayala y Héctor Moreno, la salida por izquierda de Miguel Layún. Nada nuevo bajo el sol. Adelante Diego Reyes, Héctor Herrera para hacer el equilibrio y Giovani dos Santos el desequilibrio. Sin sorpresas. Raúl Jiménez para competir arriba, Hirving Lozano para pelearlas por abajo y Chicharito Hernández para la batalla en los espacios.
Como se podrá dar cuenta a estas altura importa cada vez menos quiénes integren la lista y quiénes el once que se encarará a Alemania; el reto es tan grande que lo preocupante es el funcionamiento colectivo. Imposible creer que a los campeones del mundo se les podrá ganar con un accidente del futbol, un error o por suerte, se requiere capacidad colectiva y esa fortaleza no se le ve al equipo de Osorio, con o sin rotaciones. Como hasta ahora, imagino a México improvisando, por decisión de los jugadores, una línea de cinco después de recibir dos goles antes del minuto 10, como en la Copa Confederaciones 2017 o al medio tiempo como ante Chile en la Copa Centenario 2016, Reyes metido entre los centrales, ahogados todos, mirando a la banca, buscando respuestas en su técnico y yéndose a la marcación personal. Desesperados.
Sigue siendo la nuestra, a menos de tres semanas de la Copa del Mundo, una selección agarrada de su talento individual, que lucirá a ratos, pero no tanto como para milagros, ya lo anticipó Chicharito. Prendan veladoras.
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