Aquel Coloquio de la Libertad

  • Atrevimientos
  • Héctor Raúl Solís Gadea

Jalisco /

La semana pasada, al escribir sobre Agnes Heller, tuve la oportunidad de releer la primera mesa del coloquio organizado por Octavio Paz, a fines de agosto y principios de septiembre de 1990.

Resulta revelador hacerlo en estos tiempos en que parecemos haber alcanzado el fin de aquel ciclo iniciado con la caída del Muro de Berlín y que fue la motivación para esas reuniones de intelectuales y otras que vinieron después.

En la base de aquella reunión estaba el reconocimiento de los errores del marxismo y las iniquidades del socialismo real. En la primera intervención, Kolakowski estableció el tono de manera contundente: “El comunismo, desde el punto de vista del desempeño económico, ha sido un fracaso: desde el principio no funcionó. Todos coinciden ahora en que los fracasos del comunismo no fueron resultados de errores evitables, como una mala administración o la incompetencia de los planificadores: el mismo sistema fue la casa de que la economía comunista resultara intrínsecamente impracticable. El comunismo fue un intento de suprimir la economía, de suprimir el intercambio y sustituirlo por mandatos del Estado. No era posible ese proyecto, y por lo tanto ahora está confinado en la historia. Económicamente, el comunismo se nutrió de su opuesto: el mercado ilegal, el mercado negro, que existió todo el tiempo y fue imposible abolirlo”.

Estas afirmaciones de Kolakowski son compatibles con la idea de que la economía de mercado –capitalista- constituye un basamento indiscutible para organizar la producción y la distribución de las sociedades contemporáneas. Al poco tiempo, apareció el famoso texto de Francis Fukuyama,

El fin de la historia y el último hombre, en el que estableció el credo de toda una época: más allá del orden liberal y la de la democracia representativa, ya no hay demasiado.

Hoy, de regreso de la historia, después de la emergencia de nuevos nacionalismos, nuevas xenofobias y expresiones de populismo radical, nos puede parecer incomprensible la postura de Fukuyama.

Pero no era así en aquellos años. Incluso Agnes Heller, mantenía posiciones comprensiblemente críticas con la utopía comunista, la cual resultó, un lamentable y terrible fracaso. Dice Heller:

“No puedo olvidar que en 1979, aquí en México, durante una conferencia, cuando hablé acerca de los aproximadamente vente millones de personas asesinadas por Stalin en la Unión Soviética, me contestaron: sí, es verdad, quizá hayan sido veinte millones, pero ése fue el precio que tuvieron que pagar para que funcionara la economía, para que hubiera igualdad, para resolver el problema social, para cumplir la promesa de que en los años 80 el nivel de ingreso per capita sería mejor que en el mundo occidental. ¿Ante qué nos encontramos ahora? Ante una economía que se derrumba, ante hambrunas y una situación ecológica muy grave. Así que veinte millones de personas fueron asesinadas… para lograr algo que a final.

Son, todas estas, palabras para pensar en nuestro presente.

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