Hace unos cuantos días un grupo de ciudadanos dio a conocer la creación de Nosotros, aunque su nombre real es Nosotrxs. Según el decir de uno de sus fundadores, utilizan la x en lugar de la o para subrayar el carácter mexicano de la organización, por aquello de que esa letra es nuestra. Algunos de sus miembros más conocidos a nivel nacional son el escritor Juan Villoro, los periodistas Víctor Trujillo (Brozo) y Katia D’Artigues, y los académicos Mauricio Merino y Ricardo Raphael.
Nosotrxs no asume la típica agenda de asuntos como luchar contra la pobreza y la desigualdad, impulsar el crecimiento económico con justicia social o combatir la inseguridad y la violencia. No es que no les interesen estos temas, resulta obvio colegirlo, sino que el foco de su trabajo apunta a un requisito previo de cualquier sociedad que se proponga realizar propósitos democráticos y de valor público. Se trata de algo en apariencia más sencillo: contribuir a que en México se cumpla con lo establecido por las leyes.
La premisa fundamental de Nosotrxs es que nuestro país ya cuenta con leyes que garantizan los derechos de los ciudadanos. Pueden hacer falta algunas legislaciones particulares o precisar el carácter de otras, pero en lo fundamental México tiene un entramado de recursos legales que posibilitan la justicia y favorecen políticas públicas eficaces. Trátese de los derechos a la salud, a la educación o la información, la participación política, la seguridad y la paz, el Estado y sus representantes están obligados a cumplirlos en la práctica.
¿Qué ha fallado? Resulta, dicen los miembros de Nosotrxs, que entre los derechos de los ciudadanos y su observancia práctica, se interponen mediaciones que muchas veces terminan convirtiendo en letra muerta lo dispuesto por la Constitución. El problema son las costumbres, no las leyes; los hábitos y la moralidad, no el diseño formal de las instituciones. Según algunos miembros de Nosotrxs, las burocracias y los políticos suelen servir de intermediarios tendenciosos entre los ciudadanos y el cumplimiento de sus derechos.
En la mayoría de los casos, cuando le aqueja un problema que requiere ser llevado ante las instancias públicas, el ciudadano depende de la buena voluntad del gobernante. Si carece de capacidad para influir en el funcionario o en el político, el ciudadano se convierte en una víctima, objeto a merced de una poderosa casta de políticos y burócratas que gozan de las capacidades y recursos que les otorgan los cargos que ostentan.
En México, normalmente, quienes tienen dinero o manera de influir en las decisiones de las agencias gubernamentales, utilizan la ley para su provecho particular y en detrimento de la buena convivencia y los derechos de la mayoría de los ciudadanos. Para revertir esta situación, el único recurso de los ciudadanos no influyentes, es su capacidad para unirse y actuar organizadamente. Como reza aquella vieja máxima: la unión hace la fuerza. Nosotros en lugar de yo o tú, nosotros en vez de ellos, asumir lo que nos toca hacer y disponernos a ocupar el sitio que legal y moralmente nos pertenece, el espacio de lo público. Si esto sucede, no habrá burocracia política ni intereses individuales que impidan materializar lo que disponen las leyes.
Los individuos actuando en solitario, o viviendo desvinculados los unos de los otros, se debilitan. O lo que es lo mismo: dejan de ocupar el espacio que es de todos y les pertenece. Por eso, deben actuar de concierto: unidos y ejerciendo lo que la ley les faculta cuentan, solos y sin echar mano de sus garantías ciudadanas están condenados a una vulnerabilidad sin límites.
La idea de Nosotrxs es organizarse, aprender a conocer la ley y exigir que los gobernantes rindan cuentas y respondan a sus obligaciones. Nada más y nada menos. Dar solidez a nuestras instituciones es el difícil camino que debemos transitar si queremos un orden que nos dé certidumbre, confianza y un mínimo de respetabilidad a la vida pública. Lo demás, duele decirlo, son promesas vanas. Si México no consolida el respeto cotidiano y general de las leyes y las instituciones, estará a expensas de los que prometen paraísos que se volverán realidad con la sola presencia de su carisma y supuesta superioridad moral, y de los cínicos que ejercen el poder sin recato y que utilizan una retórica plena de formalismos, pero vacía de contenido.
Sin el respeto a la ley y los derechos, la política corre el riesgo de convertirse en dominación pura y dura a cargo de burocracias enquistadas y políticos demagógicos. Para hacer prevalecer la ley y los derechos hace falta la acción decidida de los verdaderos dueños del espacio público, la ley y los derechos: nosotros. Saludo con gusto la creación de esta nueva opción. Ojalá tenga éxito, pues si cumple con la encomienda que se ha dado, hará un gran servicio a nuestra vida pública. Enhorabuena.