El sábado tuve el privilegio de conversar con los candidatos a la presidencia de la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU). Las campañas tienen un toque inédito: cuatro alumnas y cuatro alumnos son los contendientes.
Pensé que debía referirme a la vocación de liderazgo, las implicaciones éticas que rodean a quien siente el llamado a dirigir un agrupamiento humano, el sentido social involucrado en la acción de dar rumbo a una organización. En la UdeG los estudiantes son parte del máximo órgano de gobierno. Su concurso es indispensable para dar cohesión a la universidad y para que ésta enfoque sus capacidades al cumplimiento de su misión.
Por increíble que parezca -les dije-, a veces las organizaciones olvidan sus propósitos: confunden los medios con los fines, o se pierden en rituales que las alejan de sus responsabilidades. Si esto sucede pierden vigencia y su tarea es ejecutada por otras organizaciones. Por eso, conviene revisar nuestros desempeños y la forma en que el entorno, siempre en movimiento, nos impone nuevos desafíos. Y vaya que, en los últimos años, los entornos de la universidad han cambiado.
La FEU ayudó a apuntalar los cambios de la UdeG en la década de los 90: la reforma académica y la descentralización de nuestra máxima casa de estudios. Contribuyó a crear una nueva cultura educativa y política en nuestra casa de estudios. Hoy, una tarea indispensable de la FEU es escuchar y transmitir mejor el sentir de los estudiantes y hacerlo valer ante la toma de decisiones en la universidad. Y no sólo eso, sino convencer a sus compañeros que de nada sirve que tengamos los mejores profesores si los estudiantes no se comprometen a realizar lo que les toca. Su éxito profesional y humano como egresados es la medida del éxito de la universidad.
Es crucial que el líder defienda una causa y abracen valores. Actuar responsablemente, valorando las consecuencias de sus decisiones, es un rasgo fundamental del buen dirigente. Además, debe ser capaz de tener ideas claras y saberlas defender con argumentos; y otra cosa no menor: la vocación de dirigir implica poseer la habilidad suficiente para lograr que las cosas ocurran. En síntesis, un buen líder asume compromisos con valores, tiene ideas que sabe argumentar y posee habilidades para realizar metas. Pasión, responsabilidad y mesura, siguiendo a Weber, es la fórmula que sintetiza esto.
Los candidatos a la FEU enfrentan una situación delicada. De las reivindicaciones de género a la desesperanza provocada por la dificultad de obtener un empleo, de la inseguridad y la violencia cotidianas a la necesidad de recibir atención a su salud, de la decepción con la política partidista al deseo de nuevos sentidos de pertenencia, de la crítica a las instituciones a la exigencia de mayores libertades… Los candidatos coincidieron: requerimos una FEU más inclusiva de la diversidad de intereses de los jóvenes, una acción política más representativa de sus integrantes, una afirmación de la legitimidad que se ha logrado todos estos años. Salí contento de la reunión. La juventud de hoy enfrenta desafíos inmensos, pero también posee mejores capacidades reflexivas y una visión más amplia. Son más críticos. Eso necesitamos. Suerte a los ocho