Como se conoció recientemente, la Universidad de Guadalajara (UdeG) decidió adelantar el proceso de elección de quien será su próximo rector o rectora. Tradicionalmente, este proceso se habría realizado en 2025, previo a la toma de protesta programada para el 1º de abril. Sin embargo, con la autorización del Consejo General Universitario, este proceso se ha anticipado, y se registraron cinco aspirantes: tres mujeres y dos hombres. Este hecho nos invita a reflexionar sobre un tema relevante y simbólico: ¿es tiempo de que una mujer ocupe la rectoría de la máxima casa de estudios de Jalisco?
El avance de las mujeres hacia posiciones de liderazgo no es una moda pasajera, sino el resultado de décadas de lucha por la equidad, la igualdad y la justicia. Las mujeres han enfrentado barreras estructurales, históricas y culturales que limitaban su acceso a espacios de toma de decisiones. Sin embargo, poco a poco, han logrado romper el “techo de cristal”, ese límite invisible que impedía su ascenso a los niveles más altos de liderazgo.
El panorama actual en México refleja este cambio. Por primera vez en nuestra historia, una mujer preside el país. El Poder Judicial también está encabezado por una mujer, y tanto la Cámara de Diputados como el Senado han sido presididos por mujeres. A nivel local, dos de los cuatro municipios de la Zona Metropolitana de Guadalajara tienen presidentas municipales, y el Congreso del Estado de Jalisco está presidido por una legisladora. Estos avances no son casuales; son el reflejo de una sociedad que comienza a reconocer y valorar la capacidad de las mujeres para liderar y transformar.
En la UdeG, esta tendencia no es nueva. Las mujeres han ocupado cargos de gran relevancia, como la rectoría de centros universitarios y la vicerrectoría general. Ahora, con tres candidatas destacadas entre los aspirantes a la rectoría, la posibilidad de que una mujer dirija la universidad está más cerca que nunca. Esto sería un hecho trascendental, no solo por la relevancia del cargo, sino por el impacto simbólico y práctico que tendría en una institución que forma parte fundamental de la vida académica y cultural de Jalisco.
No se trata únicamente de llenar un espacio con base en el género; se trata de reconocer el talento, la preparación y la visión que cualquiera de estas tres aspirantes podría aportar al frente de la universidad. Karla Planter Pérez, Mara Robles Villaseñor e Irma Leal Moya cuentan con trayectorias sólidas y propuestas interesantes, al igual que los aspirantes hombres, Carlos Iván Moreno y José Francisco Muñoz. Sin embargo, el hecho de que la mayoría de los candidatos sean mujeres no puede pasar desapercibido: es un síntoma de que las barreras están cediendo y las puertas se están abriendo.
La elección del próximo rector o rectora no es solo un tema de género, sino de visión. ¿Qué liderazgo necesita la UdeG para enfrentar los desafíos del futuro? ¿Cómo puede esta universidad, con su riqueza académica, cultural y científica, seguir siendo un referente no solo en Jalisco, sino en México y el mundo? Estas preguntas van más allá del género, pero la posibilidad de que una mujer lidere la institución podría marcar un antes y un después en su historia.
La UdeG está en un momento crucial. El debate no debería centrarse únicamente en quién ocupa el cargo, sino en qué representa esta elección para la universidad y para la sociedad jalisciense en general. ¿Estamos listos para dar este paso? De darse, sería un avance significativo hacia un liderazgo más diverso, incluyente y representativo, una muestra de que las instituciones públicas pueden reflejar la realidad social y las aspiraciones colectivas de nuestra época.
En este proceso, lo más importante es asegurar que quien asuma la rectoría esté comprometido con la excelencia académica, el fortalecimiento institucional y la inclusión, valores que la UdeG ha defendido a lo largo de su historia. Si una mujer es quien encabeza este esfuerzo, será un motivo de orgullo no solo para la universidad, sino para toda la sociedad jalisciense.