Esta semana Guerrero se convertirá en el octavo en despenalizar el aborto en México. Podría, claro, ocurrir algo que lo impida aunque es bastante improbable, pues el Congreso de ese estado tiene mayoría de legisladores de Morena favorables a la iniciativa que modifica el código penal y permitirá a las mujeres y personas gestantes ejercer su derecho a decidir frente a un embarazo.
Guerrero su sumará así a la nueva ola por la despenalización del aborto, junto con Ciudad de México, Oaxaca, Hidalgo, Veracruz, BC, Colima y Sinaloa donde ya es legal interrumpir el embarazo antes de las 12 semanas, el momento en que el embrión comienza a desarrollar la corteza cerebral y las conexiones nerviosas que le permiten experimentar sensaciones como el dolor o el gozo, de acuerdo con el Colegio de Bioética.
Cuando Ciudad de México despenalizó el aborto en 2007 (y la Corte validó esta decisión) en todo el país se detonó una reacción virulenta y conservadora que impulsó una ola de modificaciones legales a las constituciones de los estados para “proteger la vida desde el momento de la concepción”, el eufemismo que usaron los grupos vinculados a la iglesia católica y a los grupos antiabortistas para oponerse al derecho de las mujeres a la autodeterminación y a decidir, libre e informadamente, sobre sus cuerpos.
Con apoyo de PRI y PAN (desde entonces se aliaban para causas conservadoras) congresos de 18 estados modificaron sus constituciones para inscribir el “derecho a la vida”, pero esa oleada llegó a su fin en 2021, cuando el 9 de septiembre la Corte tomó dos decisiones fundamentales. Que el aborto no puede ser perseguido penalmente y que los estados no pueden imponer leyes que obstaculicen el derecho al aborto, como tampoco definir cuándo empieza la vida, ni dotar de personalidad jurídica a productos de la gestación.
Y es que la justicia ni es ciega ni imparcial, ni el derecho es apolítico, ni la ley es la ley, como sostienen quienes ignoran que un sistema jurídico lo que hace es legalizar un estado de cosas, un momento especial en la sociedad, una correlación de fuerzas cuya expresión se da en el derecho, esa serie de reglamentos, códigos, leyes que consagran un statu quo. Cuando en realidad es todo lo contrario, las leyes suelen ser tan absurdas como puede serlo una sociedad. Muestra de ello es que hasta 1990 la homosexualidad aún aparecía en la lista de enfermedades mentales de la Organización Mundial de la Salud y a principios de este siglo, en México, había estados donde era más penado robar una vaca que violar a una mujer. La justicia existe solo para quien puede pagarla, ricos, poderosos e influyentes, para el resto es mera aspiración.
El aborto aún no es un derecho pleno, como demandan las feministas. A principios de siglo desde la izquierda peleábamos por la despenalización de la interrupción del embarazo, en años recientes, impulsada por una nueva generación, la demanda se amplió y se volvió aún más elaborada, ahora la exigencia es aborto seguro, legal y gratuito.
La marea verde que nació en Argentina y cuyas oleadas sacudieron a todo el continente en los meses previos a la pandemia, parece estar de vuelta y quizá pronto consiga que en Guerrero se despenalice el aborto, la sesión está prevista para este miércoles.
Héctor Zamarrónhector.zamarron@milenio.com
Twitter: @hzamarron