Las mujeres que luchan y la batalla por la memoria

  • Afinidades Selectivas
  • Héctor Zamarrón

Ciudad de México /

En la batalla por la memoria se aproxima un nuevo episodio, en este caso por la ocupación de un punto central en el Paseo de la Reforma, en el corazón de la Ciudad de México, donde durante décadas estuvo el monumento a Cristóbal Colón.

Ese punto se conoce como “la Glorieta de las mujeres que luchan”, y sobre el pedestal que ocupó la figura de Colón se levanta ahora un nuevo “antimonumento”: una silueta de mujer con el puño en alto, hecha de metal, en color morado.

El gobierno de la Ciudad de México tenía otros planes para ese punto. Primero intentó sustituir a Colón por “Tlali”, una cabeza olmeca elaborada por el escultor Pedro Reyes. Pero más tardaron en proponerlo que en echarlo atrás, por absurdos como el que fuera un hombre el autor de una escultura dedicada a las mujeres (la forma es fondo). Después ofreció consultar a las activistas y encomendó la decisión al Comité de Monumentos de la ciudad, sólo que ya les ganaron el mandado.

Este fin de semana fue develada la silueta metálica de casi tres metros de altura que se antoja difícil de remover, como no sea en medio de protestas de los grupos feministas que se organizaron para fundir la estatua, levantar los andamios y colocarla en el pedestal, en un evento con las familias de las mujeres víctimas de feminicidio, desaparición forzada, violación y otros delitos.

“Ahora este lugar es nuestro, porque cuando no nos los dan, nosotras los hacemos”, dijo la cantante Vivir Quintana, autora de “Canción sin miedo”, al participar en el acto organizado por colectivas como Antimonumenta y Vivasnosqueremos.

Hace siete años, cuando las familias de los desaparecidos de Ayotzinapa colocaron el primer “antimonumento” en la ciudad, discutí con un jefe porque él aseguraba que las autoridades locales lo removerían de inmediato. Opiné lo contrario, que no se atreverían a hacerlo, como no lo han hecho, y en cambio han surgido nuevos “antimonumentos”: el de las víctimas de Tlatelolco, la antimonumenta frente a Bellas Artes, el de los mineros de Pasta de Conchos o el de las niñas y los niños de la guardería ABC.

Esta batalla parecen haberla ganado las mujeres, grupos que han venido trabajando desde mucho antes en ese espacio, con veladas en memoria de todas las víctimas, “a las que seguimos nombrando”, con talleres infantiles, con manifestaciones, etc.

Para la colocación de la mujer morada, en cuya espalda la palabra JUSTICIA sirve de respaldo, invitaron a la “siembra” del Jardín de la Memoria, “sembrando” los nombres de las que han luchado y se han quedado en el camino: como un recordatorio visible de la lucha contra la violencia machista, la discriminación, la revictimización y la injusticia.

Los “antimonumentos” surgieron como parte de manifestaciones dolorosas, traumáticas, cuyos protagonistas buscan comunicar su dolor e indignación. Tras décadas y hasta siglos en que los monumentos de la ciudad han sido consagrados a los hombres era hora ya de emprender un camino diferente.

hector.zamarron@milenio.com

@hzamarron

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