La promesa se cumplió. John Biden nombró a una mujer para la candidatura demócrata a la vicepresidencia y así, despejar el camino ante su partido y el electorado de cara a las elecciones del 3 de noviembre, donde buscará derrotar a Donald Trump.
Ahora, los reflectores están sobre Kamala Harris. Y prometen esta vez quedarse por mucho tiempo pues el rol que puede llegar a tener esta californiana de 55 años en la campaña y en los próximos años (que bien pueden ser hasta 12) no será tan secundario, e incluso figurativo, como suele ser el de un vicepresidente estadunidense.
Y es que es bien sabido en los pasillos del poder en Washington el papel cuasi secundario y “terriblemente decorativo” de los vicepresidentes; hasta el insaciable Frank Underwood se llega a quejar de ese papel: “Hay dos tipos de vicepresidentes, los que se dejan pisotear y los que pisotean”.
Desde luego, Frank es un personaje de ficción pero refleja el hartazgo que, en algún momento, pasa por la mente de quien ha ocupado ese puesto. Thomas R. Marshall, vicepresidente con Woodrow Wilson, lo ejemplifica de forma irónica pero precisa: “Hubo una vez dos hermanos. Uno se perdió en el mar y el otro fue elegido vicepresidente. De ninguno de los dos se oyó hablar nunca más”.
Además, su papel es un poco siniestro al tomar relevancia ante una fatalidad. Y ahí están los Johnson para demostrarlo: Andrew, tras el asesinato de Lincoln y Lyndon B., tras el magnicidio de Kennedy.
Harris llega cuando las encuestas no favorecen a un cada vez más arrinconado Trump y su candidatura puede ser el gran pivote que Biden requiere para mandar a la lona al republicano (sobre todo cuando Pence es terriblemente gris y solo atrae a los ultra conservadores), y con los ingredientes para mover al electorado apático o temeroso de la izquierda comunistoide que los republicanos afirman se ha incrustado entre los demócratas.
Joven, mujer, afroamericana pero también asiática (su padre era jamaiquino y su madre de la India), cercana a los hispanos a los que alienta con propuestas migratorias, férrea protectora de la clase media y crítica de la flexibilización fiscal a los multimillonarios así como ferviente pero discreta defensora de los derechos de homosexuales y del aborto, Harris es una candidata que no provoca agrias críticas por sus creencias o posturas y, por el contrario, es tal el conglomerado de elementos que posee o representa, que resulta muy atrayente para los que no soportan cuatro años más de Trump pero ven en Biden un anodino aspirante a la Casa Blanca.
Anodino y vetusto. Biden, en caso de ganar las elecciones, sería el presidente más viejo en la historia de Estados Unidos con 78 años. Una reelección, en 2024, cuando esté a punto de cumplir 82 años, hace que los reflectores se mantengan, desde ahora, en Harris.
Y ella lo sabe.
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