El cuento filosófico “El reino de las hormigas”, publicado en 1905 por el escritor inglés Herbert George Wells, conocido por sus obras La máquina del tiempo, El hombre invisible, La guerra de los mundos y El destino del homo sapiens, entre otras.
Aquí Wells nos previene de una potencial invasión de inteligentes hormigas que tomarán el planeta y acabarán con la humanidad. Sobrevendrán cuando la naturaleza diga ¡Ya me cansaron!
Subrayemos que los escritos de Wells han estado inmersos en la ciencia y la visión del futuro anticipando: aviones, tanques de guerra, viajes cósmicos, armas nucleares, televisión por satélite, ingeniería biológica. En 1970 “Se decidió llamar H. G. Wells, a un astroblema lunar (cráter de impacto: depresión que deja un meteorito en la superficie de un cuerpo planetario) ubicado en la cara oculta de la Luna.
El género es cuento filosófico: “Obras donde las ideas están dedicadas al razonamiento usando la filosofía discursiva. Se exploran temas de la condición humana, como la función de la sociedad, la naturaleza, actos humanos, propósito de la vida, ética, moral, el libre albedrío. Se suele utilizar una historia normal y en algún momento se diserta con las partes oscuras y difíciles de la vida humana o la naturaleza”
Para el análisis de la obra veamos la ciencia que estudia las hormigas, la mirmecología: “Rama de la entomología (del griego éntomos, insecto, y logos, estudio. Ciencia que estudia los insectos.)” La mirmecología “Es la ciencia que estudia especialmente a las hormigas -formicidae, del orden de los himenópteros, -con sus 14 mil especies conocidas en el mundo-, su desarrollada vida social y todos los aspectos de ellas. El término viene del griego, myrmex, hormiga, y del pueblo de los “mirmidones” según la mitología griega, descendían de las hormigas transformadas por Zeus en humanos.”
Vayamos a la obra, inicia con la orden que el capitán Guérilleau recibe para que lleve el barco cañonero de su nuevo mando, Benjamín Constans, por el río Batemo, hasta la desembocadura del Amazonas: “Para socorrer a los indígenas de Badama amenazados por una invasión de hormigas.”
El capitán sospecha que sus jefes navales tratan de ponerlo en ridículo por haber conseguido su ascenso debido a “La azul languidez de sus ojos y el capricho de cierta noble brasileña” Y que los diarios “Insinuaron capciosas ironías”
Van la tripulación y un ingeniero inglés, Holroyd, quien es el que escucha, observa y analiza todos los sucesos, diríamos que es el filósofo, muy distinto a Guérilleau, que se la pasa gruñendo porque lo enviaron para hacer el ridículo: “-¿Me quiere usted decir, mi querido Holroyd, qué puedo yo hacer contra las hormigas más o menos infernales? -Nada. ¡Es absurdo, absurdo!”
En el camino hallan a los que huyen, les advierten que estas hormigas son distintas porque peleaban, ya han acabando con aldeas completas: “Son enormes, tienen cinco centímetros y aun más…” Grita Guérilleau: “Yo estudié la carrera para luchar con hombres, no con bichos. ¿Verdad que es grotesco? ¡Eso de convertirnos en atrapadores de hormigas!”
A los días hallan una lancha con dos tripulantes muertos llenos de hormigas, Guérilleau pide a su teniente que suba y pise a las hormigas e investigue, él no quiere, enojado lo obliga. Sube, quiere pisar a las hormigas, pero ya no están.
Holroyd, el analítico, ve lo que las hormigas hacen, observa que se han alejado y siguen instrucciones de sus hormigas jefes, sigilosas como felinos esperan al teniente, cuando lo tienen a su alcance, lo atacan y muere “inflamado y contorsionado”
Medita Horoyd: “El ataque ha sido ejecutado con un terrible método.”
Guérilleau, asustado, dispara el cañón como un loco derribando todo, ordena retirada; está convencido que no se puede hacer nada contra ellas.
A las semanas llegan las noticias que las hormigas ya están en la Guayana y que, en unos años, tal vez muy pronto, llegarán a Europa.