La obra de teatro “Un tranvía llamado deseo”, escrita por el dramaturgo estadounidense Thomas Lanier Williams III, conocido como Tennessee Williams, fue estrenada en 1947 en el Theatre Ethel Barrymore en Broadway. En el reparto, Jessica Tandy como Blanche DuBois, Kim Hunter como Stella y Marlon Brando como Stanley Kowalski. Fue dirigida por el griego Elia Kazan.
La pieza nos lleva a los barrios de Nueva Orleans para presenciar la vejación de una mujer por su cuñado. Estamos ante un macho maltratador. Ella por necesidad decide irse a vivir con su hermana, porque entre otras cosas perdió la propiedad de la familia. Allí vive una horrible persecución que paso a paso la lleva a la locura.
El género es tragedia: “Voz griega, tragoedia, canto del macho cabrío, entonada en honor a Dionisos, dios del vino. Relato de asuntos terribles y desenlaces funestos. El personaje principal comete un error fatal (hamartia), ha ofendido a los dioses o a su comunidad y es castigado con la muerte o la locura. Obra que mueve a la compasión y al temor para que se tenga catarsis, al analizar los sucesos.”
Esta puesta termina con una demencia, quien la estudia es la psiquiatría: “Del antiguo griego, psyché, alma, espíritu vital, mente, y, iatréia, curación. Especialidad médica que investiga los trastornos mentales de origen genético o neurológico con el objetivo de prevenir, diagnosticar y rehabilitar a las personas.”
Vayamos a la obra, al subirse el telón se oye música de jazz, estamos en la vivienda de los Kowalski, en el barrio francés de Nueva Orleans, solo son dos cuartos y un baño. Esta descripción es vital porque cuando llega a vivir con ellos Blanche los separan con una cortina. Afuera es una vecindad con un patio y unas escaleras.
Llega Blanche a la vecindad preguntando por los Kowalski; le dicen dónde viven. Ella viste muy elegante, con actitud de mujer preparada y de buen gusto, es totalmente vanidosa.
Su hermana no está pero la dueña de la casa la pasa al recinto. Observa con asombro dónde ha caído su hermana. Ve una botella de whisky, se sirve un buen trago, se lo toma de un jalón. Es la primera referencia de que ella es alcohólica.
Entra Stella, está embarazada, se abrazan, platican de su niñez, de la muerte de sus padres, de la hipoteca que les quitó la casa. Se alteran. Blanche le dice que se quedará a vivir con ellos. Stella se sorprende pero acepta.
Llega Stanley acompañado de dos amigos, uno es Mitch, quien se enamora de Blanche. Stanley es rudo, directo, ex del ejército, hijo de inmigrantes polacos, jugador de póker y bolos, bebedor de cerveza y whisky.
Stella entra al baño. Blanche y Stanley se presentan solos: “-Usted debe ser Stanley, yo soy Blanche. –La hermana de Stella. –Sí. –No sabía que vendría a la ciudad.” No hay respuesta de ella.
En este primer encuentro se nota las diferencias que se avecinan. Stanley a cada momento la ofende, la insulta. Le dice que se cree mucho y que es una venida a menos. Ella no se deja. Los ánimos siempre están candentes. Le pide que se vaya. No lo hace.
Con ese afán, Stanley investiga la vida de Blanche, descubre que fue expulsada de su pueblo por tener amores con un niño. Después vivió en una posada donde se acostaba con todos y hasta con los soldados de un cuartel. También de ahí la corrieron, por eso se fue a vivir con ellos.
Lo que no sabe Stanley es que Blanche actúa así por venganza, porque cuando joven estuvo casada y su esposo resultó gay, ella lo descubrió y él se suicidó. Desde ahí quedó mal.
Stanley le comenta a Stella, ella llora. Le dice a Mitch, quien furioso quiere abusar de Blanche. Ante estos sucesos Stella dice que viene el niño. Stanley la lleva al hospital, regresa a casa. Stanley y Blanche están solos, discuten fuerte y él la viola.
En la última escena vemos a Blanche actuando como una niña distraída y feliz, arreglándose para un viaje, en la sala está Mitch, varios amigos y Stanley jugando póker.
Blanche en ese momento, sin saberlo, es entregada a personal de un psiquiátrico.