El libro “El Vagabundo”, del poeta, pintor y ensayista, libanés, Gibrán Jalil Gibrán, publicado en 1932 (obra póstuma), nos traslada a un mundo de enseñanzas para la vida, de consejos para una mejor convivencia cotidiana, de sugerencias para razonar por qué somos de cierta manera y no nos comprendemos entre nosotros y menos entendemos a los animales y la vegetación.
Para llegar a este fin utiliza varios géneros literarios: la fábula, la alegoría (idea simbólica de la realidad: una calavera con huesos, indica, peligro o muerte) metáfora (uso figurado del lenguaje, te tengo bajo la lupa), parábola (relato o frase figurada de la realidad), apólogo (narración que ilustra principios éticos y morales para crear enseñanzas. A diferencia de las fábulas que pueden estar escritas en prosa o verso y con animales, los apólogos solo están en prosa y solo intervienen personas, la moraleja está en todo el relato. No se le debe confundir con apología: discurso, de palabra o por escrito, en defensa o alabanza de alguien o de algo)
Todos pertenecen al género didáctico, aunque no estén dentro la ciencia de la enseñanza, la Didáctica: El arte de enseñar. Del griego didaktikós, disciplina científico-pedagógica que estudia los procesos y los elementos de la enseñanza-aprendizaje. El ejecutor de esta ciencia se llama didacta (un artista, un científico de la enseñanza) persona capacitada en la creación de métodos y estrategias. El constructor de técnicas y herramientas para que el alumno realmente aprenda. Es la ciencia de la teoría y la práctica (la que fomenta la reflexión y la experiencia en el alumno.) La que asocia la enseñanza con la vida diaria para tenga sentido y significado para el educando. Se reconoce al teólogo checo Juan Amos Comenio (1592-1670) como el padre de la didáctica, así la define en su libro Didáctica Magna: “El artificio fundamental para enseñar todo y a todos, enseñar con solidez, no superficialmente, no con meras palabras, sino encaminando al discípulo a las verdaderas.”
Vayamos al libro, son cincuenta textos cortos. Inicia con El Vagabundo. Quien es invitado por un hombre a su casa, la familia lo recibe con gusto. En el lapso de los tres días que conviven con él, les platica sus andanzas y enseñanzas, son las que contiene el libro.
Disfrutemos de algunos de estos preceptos.
La Belleza y Fealdad, deciden bañarse en el mar. Fealdad sale primero y se viste con la ropa de Belleza y se va. A Belleza no le queda más que vestirse con la ropa de Fealdad. De ahí que las confundamos la una con la otra.
Una altanera águila se burla de una calandria por su pequeñez, ella enojada se le posa en la espalda y le pica y le pica, el águila vuela arriba, abajo, no se la puede quitar, enfurece, todos los animales se burlan del águila.
Una mujer le pregunta a un obispo: “Yo no soy cristiana. ¿Habrá salvación del fuego del infierno para mí? Él le dice. “¡No, solo se salvan los bautizados de agua y espíritu! De pronto cae un rayo. La única que se salva es la mujer.
Un hombre tiene una estatua muy hermosa que no valora, otro le pregunta si la vende, él contesta: “¿Quién desearía comprar esa estatua horrible y sucia? el hombre le da una moneda de plata, el otro acepta feliz, piensa que lo engaña. Cierta vez va a la ciudad y ve que el comprador cobra dos monedas de plata por persona para verla.
Un marinero viejo le dice a otro, que hace treinta años maldijo a un joven que se llevó a su hija, ellos partieron en un barco que se hundió, los dos murieron. En todos estos años, siente que él es el asesino.
Después de estas reflexiones de la vida, terminemos nuestro análisis comentando que un profesor que solo habla (un profesor conferencista) que solo escribe en el pizarrón (que le urge que el alumno apunte para borrar y seguir escribiendo) el que está sentado en una esquina (que nunca ve al alumno de cerca), y todos aquellos, que no elaboran un método didáctico para que el alumno aprenda, están caducos.
Hugo G. Freire