De Franz Kafka: Carta al Padre (y la Sociología: la dominación)

Estado de México /

La epístola “Carta al padre”, relatada en 1919 por el escritor checo Franz Kafka, nos describe cómo ve y siente un hijo el trato que recibe de su progenitor. Según el hijo: de indiferencia y dominación. Asimismo esta carta nos lleva a meditar en la enorme responsabilidad que como padres tenemos en la educación de nuestros hijos.

Cabe decir que el padre jamás leyó la carta, ni supo de ella, según el editor de Kafka, Max Brod: “Kafka le dio la carta a su madre, ella nunca la entregó”.

Estamos ante el género epistolar: “Del griego, epistolē, carta. Comunicación entre un emisor y un destinatario”. Aunque la epístola fue de uso común desde los egipcios, griegos, romanos y hasta hace poco, hoy cartearse tristemente ha caído en desuso dejando a un lado una forma superior para estructurar las ideas.

Ahora definamos, con ojos de la sociología, la dominación: “Del latín, dominus, señor, propietario”. “Designa una situación en la cual una persona o grupo, usando persuasión, presión velada, amenaza e incluso fuerza, impone sus ideas, reglas, creencias o suposiciones. La dominación tiene como trasfondo el miedo del dominado, por ejemplo: perder una fuente de subsistencia o el daño a un allegado”.

Vayamos a la obra, inicia con un cordial saludo y un reproche:

“Querido padre: En alguna ocasión me preguntaste por qué decía yo que te temía. Como siempre, no pude responderte, porque por un lado está el miedo que me inspiras y por otro, porque por el mismo temor hay muchos detalles, más de los que podría tener en cuenta al hablar. Incluso ahora, mi escrito será insuficiente por el mismo miedo y sus consecuencias que me inhiben ante ti, rebasando por completo mi memoria y mi entendimiento.”

Kafka también reconoce y asume su irresponsabilidad: “Tú has trabajado afanosamente durante toda tu vida sacrificando todo por tus hijos. Especialmente por mí; por lo que yo he vivido con tranquilidad, con libertad para elegir qué estudiar, sin problemas de alimentación, y no has exigido nada. Aunque sí esperabas una señal de afecto, y yo no he hecho más que estar en mi habitación, con libros, amigos e ideas locas. Nunca me he interesado por tus negocios, ni tu fábrica, ni tus asuntos en general”.

La carta transita entre reconocimientos y recriminaciones: “Hace poco me dijiste: Siempre te he querido pero no como los otros padres, porque no se fingir como ellos. Es cierto, tú no sabes fingir. Pero afirmar que los demás fingen es incorrecto”.

Le confiesa: “Hubiera sido feliz de tenerte como amigo. Como padre eres demasiado fuerte para mí” Y reafirma: “Haz la comparación entre ambos: yo, por decirlo pronto, soy sensible, tímido, retraído, sin voluntad de vida. Tú eres un verdadero Kafka en fuerza, salud y conocimiento de los hombres”. “Recuerdo cuando íbamos a nadar. Tú, corpulento, fuerte, imponente. Yo, flaco y débil, me sentía infeliz no solo ante ti, sino ante el mundo entero”.

“De niño lloraba, tal vez para llamar tu atención, pero me sacaste de la cama y me dejaste en la terraza. Con una caricia, una palabra dulce, hubiera bastado”.

“En tu sillón gobernabas al mundo, tu opinión era correcta, cualquier otra era errónea, excéntrica (…) Tú eras el que dictaba reglas y leyes y te enfurecías cuando no se cumplían: no tirar migajas, y todas estaba en tu lugar; no comer aprisa, y tu comías con grandes bocados; te cortabas las uñas y te limpiabas los oídos con los palillos en la mesa” Luego fluían “Los insultos, injurias, amenazas, ironías y terminabas quejándote de ti mismo.”

Y… “Si llegaba con alguna idea a casa, siempre esperaba feliz tu fallo, pero contestabas: “He visto algo mejor” o “A ver qué logras con eso”. Nunca comprendí tu insensibilidad para dañarme. Pero para mí tu palabra era divina” Asimismo… “A mi actividad de escribir siempre la atacaste con desprecio”.

Cerremos con esta aseveración de Kafka a su padre: “Así era toda tu educación. Creo que tienes talento de educador pero para una persona de tu tipo”.


  • Hugo G. Freire
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