Este 8 de septiembre, se cumplen exactamente 30 años del estreno de la película Las aventuras de Priscila, la reina del desierto, que casi desde su nacimiento ascendió al título de Filme de culto, y que hoy, convertido en musical teatral llega a la ciudad de México.
Pero antes de hablar de este montaje, un poco de historia:
Escrita y dirigida por Stephan Elliott, la trama de esta película sucede en Australia, donde tres artistas drags (dos travestis y un transexual) se lanzan a un viaje que las llevará desde Sydney a un punto lejanísimo del país, a donde una de ellas debe acudir para cumplir un compromiso que es, al mismo tiempo, su secreto máximo.
La cinta triunfó en el mundo entero, ganó el premio Oscar a mejor vestuario, y se realizó un remake en Estados Unidos, que tuvo poco éxito.
En 2006 llegó al teatro, convertida en un musical jukebox con libreto de Stephan Elliott y Allan Scott, y un repertorio de canciones formado por éxitos del pop y la música disco.
Se estrenó en el Lyric Theatre de Sídney y se convirtió en el montaje más exitoso en la historia de Australia. De ahí saltó a Londres y luego a Nueva York, donde las canciones de la australiana Kylie Minogue fueron cambiadas por los números musicales Material Girl, Holiday/Like a Virgin y Like a Prayer de Madonna, mucho más cercana al público de EU.
Esta version es la que se ha montado en materialmente el mundo entero y que hoy, aún más tropicalizada, llega a la ciudad de México.
La adaptación y dirección de esta propuesta es de Joserra Zúñiga, y es realmente muy atinada. La acción se traslada de Australia a México, y con ello la historia se vuelve más cercana y por lo tanto empática para nosotros.
Este adecuación se vuelve no sólo geográfica, sino que también incluye la parte musical, lo cual se agradece mucho, pues a los populares temas internacionales se agregan otros totalmente nacionales.
La puesta en escena sucede en una veintena de lugares y todo está muy bien resuelto, gracias a la efectiva y funcional escenografía de Sergio Villegas y Antonio Saucedo.
A esto hay que sumar la brillante dirección musical del maestro Édgar Ibarra, quien con su amplia experiencia impone el ritmo vestiginoso que la obra requiere. El diseño sonoro es de Sergio Santoyo, al que yo solo sugeriría bajarle unos cuantos decibeles para mayor lucimiento.
Excelente la coreografía de Hugo Curculemis, que luce a plenitud con un muy buen ensamble.
Y qué decir del vestuario: estupendo. La historia permite la creatividad desbordada y aquí la hay. Felicidades a Gissell Sandiel y Valencia Gonzaga por este trabajo; al igual que a Cinthia Muñoz por las pelucas y a Dante por el vestuario.
Todo esto para el lucimiento, en grande por supuesto, del excelente elenco.
Ovación para los tres protagonistas: Alejandra Bogue, Rogelio Suárez y José Peralta.
De los dos primeros únicamente hay que decir que están, como siempre, maravillosos; y hay ellos hay que sumar el estupendo desempeño del debutante y muy joven Peralta, que canta, baila y actúa soberbiamente.
Junto a ellos cada uno de los integrantes del gran elenco y de la enorme compañía por este trabajo. Y por cierto aquí un aplauso para dos experimentadísimas hacedoras de teatro que aquí sin duda son pilares: Mónica Bravo, productora ejecutiva, y Claudia Desimone, gerente de compañía.
Y finalmente felicidades a los productores: Gabriel Guevara, María Guevara, Paulina Cortez y Marifer Martínez.
Priscilla, reina del desierto, una buena opción teatral. ¡Vale la pena que le vaya muy bien!