A unos días de la celebración de la jornada electoral más competida de nuestro país en los años recientes, es obligada la reflexión sobre la importancia del mandato del pueblo en las urnas y la responsabilidad de los gobernantes.
El domingo 1 de julio fue una verdadera fiesta de la democracia. La gente a lo largo y ancho del país acudió a las casillas a depositar su voto en un ambiente de paz y cordialidad. El tono de confrontación que caracterizaron a las campañas en todos los niveles se diluyó con la entusiasta participación ciudadana.
Ahora, pasada la elección, es importante recordar y valorar a nuestra joven pero cada vez más sólida democracia. Podemos con orgullo decir que la hemos construido y consolidado con mucho esfuerzo pero también con un profundo amor a México.
Por eso, es necesario señalar que los resultados fueron muy claros. El enojo social es general. La corrupción y la impunidad llegaron a límites inimaginables. Y ahora el pueblo, con el poder de su voto, decidió.
Le corresponde ahora a los que resultaron electos asumir con la enorme responsabilidad de trabajar con compromiso y mejorar la imagen y percepción de la clase política.
Para eso, aunque parezca añejo, es necesario recordar la importancia de los modales políticos, la cortesía, el respeto por las formas, la austeridad, la sobriedad. Características indispensables que se fueron diluyendo en los altos niveles políticos y que terminaron creando una enorme distancia entre el gobierno y sus gobernados.
También se debe combatir a la corrupción y la impunidad de manera frontal, con apego a la ley pero sin distinción alguna.
El reto es atrevernos a hacer de manera diferente el quehacer público. Recuperar la autoridad moral y el respeto.
Debe de prevalecer la sencillez, alejarse de los estereotipos y lugares comunes, con más vida institucional y menos culto a las personas públicas.
Por eso, la transparencia y la rendición de cuentas deben pasar de ser palabras en discursos a acciones reales, de cara a la población. Y además se debe hacer efectiva la participación de la ciudadanía en la toma de decisiones. Porque debemos también tomar en cuenta que la sociedad se ha empoderado, y ahora su participación no es sólo el día de la elección, será permanente a los asuntos públicos, porque tengamos claro que ese es su mandato, ¿no cree Usted?
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Humberto Zurita Eraña
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