Como si se tratara de un asunto sin mayor relevancia, la nota sobre un grupo de turistas ingleses en Benidorm, España, que le pagaron 100 euros a un joven polaco sin hogar para que se tatuara el nombre de uno de ellos en la frente, se perdió en la inmensa cantidad de información que consumimos diariamente.
El caso no es menor, ya que el tema de las acciones de odio contra las personas en situación de calle ha ido escalando. En la Ciudad de México incluso se han registrado ataques en los que han sido rociados con solventes y les han prendido fuego a sus vestimentas. Estas acciones de odio, que algunos especialistas han incluso señalado que se puede tratar de intenciones de grupos de realizar “limpieza social”, reflejan a los peligros en que se encuentra expuestos las personas que no cuentan con un lugar en donde vivir.
Este sector de la población es una muestra de la enorme desigualdad social que existe. La brecha de desigualdad se ha ido ampliando, y ahora aparte de encontrarse en una situación de vulnerabilidad, están en peligro ante las crecientes olas de odio que se están generando en su contra. En España, la filósofa Adela Cortina acuñó el término “aporofobia”, para describir el odio a la pobreza y la exclusión social. Además publicó el año pasado un libro, “Aporofobia, el rechazo al pobre”, en el que apunta que “los que molestan son los pobres, los que no tienen poder, los que parece que no pueden ayudarnos a vivir mejor, sino que traen problemas”.
Creó el concepto desde la palabra griega aporoi”. Y en su opinión, “la persona sin hogar es extremadamente vulnerable, carece de un espacio de intimidad. Por eso es tan necesario llevar a cabo programas contra el sinhogarismo”. Y además del trabajo de construcción de una conciencia colectiva que respete la dignidad humana de las personas en situación de calle, resulta indispensable ver en la educación de las próximas generaciones a la educación como el mejor elemento para evitar que este tipo de situaciones continúen.
Porque acciones de odio contra este o contra cualquier otro grupo vulnerable, sólo genera polarización y encono social, y esa brecha de desigualdad económica se agrava por el factor de rechazo. La educación, lo hemos señalado en diversas ocasiones, es el mejor igualador social, al brindar las herramientas al individuo para desarrollarse y crecer profesionalmente. Pero además, debe brindar los valores que le permitan respetar a los demás, independientemente de su condición social o económica, para que la convivencia social sea armónica entre todos, ¿no cree Usted?
Evitar acciones de odio
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Humberto Zurita Eraña
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