¿Quiénes somos todas?
Seguramente en alguna ocasión hemos leído o escuchado el entusiasmo con el que se reproduce esta frase: ¡si llega una, llegamos todas! Si nunca la han escuchado, les comparto que se trata de una expresión de la que se han apropiado varias colectivas, organizaciones y mujeres para nombrar con entusiasmo, y seguramente con alta dosis de esperanza casi dogmática, el hecho de que una vez que llega una mujer a un cargo o posición pública relevante detrás de ella –a manera de pensamiento mágico– llegaremos, llegarán todas. La realidad nos indica que no siempre ocurre así, el sonido potente de voz con el que se enuncia, el entusiasmo con el que se diga… no alcanza, no es suficiente y se requiere más que una buena voluntad para lograr el que lleguen todas.
En fechas recientes también es una expresión que ha cobrado reiterada presencia en eventos políticos en los tiempos de las mujeres. Mujeres de distintos partidos pero que hoy las une la coyuntura de saberse, de vivir el llegaron las mujeres. La presidenta electa Claudia Sheinbaum lo replicó en sus redes con algunos ajustes “No llego sola, llegamos todas”. Susana Harp, Ernestina Godoy y recientemente varias mujeres en Guanajuato a propósito de la toma de protesta de la primera mujer gobernadora hicieron lo propio en diversos espacios. Comparten, compartimos esa necesidad de saber que es el tiempo de las mujeres, pero de todas, ¡sí de todas, todas! de la visibles y más aún de aquellas por años invisibilizadas, y a las que esa frase, y algunas otras, les pueden sonar ajenas… casi incomprensibles y de franca duda.
La antesala del entusiasmo
En los últimos años y meses en varios eventos de mujeres alguna de ellas con el uso de la voz ya sea al inicio de su intervención, o proponiendo un magistral cierre, dirá en voz alta, con el puño en alto y una mirada dirigida: ¡si llega una, llegamos! En ese momento, más de alguna propondrá hacer coro y secundar moción, el grito será poderoso en dos o tres ocasiones continuas. A la emoción le acompañan otras expresiones y sentimientos asociados al júbilo, todas se abrazan y creen que así va ocurrir ¡necesitamos creer que será así! que la que nombra, que en muchos de los casos es la que llegó, será quien se encargue de convocar a todas las demás que corean desde la piel lo que parece una consigna natural en un movimiento de mujeres enmarcado en la solidaridad y sororidad. No romantizo que esto último sea una regla, de hecho, no lo es, pero ocurre que en foros donde se nombra y se comparte la posibilidad se da por un hecho consumado, avanzaremos todas… más tarde sabremos que no es así, no siempre y no todas.
No me atrevo a juzgar el entusiasmo, requerimos tener esa confianza y expectativa “del creer”, hace mucho tiempo las mujeres hemos querido llegar y hemos impulsado en este propósito que varias mujeres lleguen, al hacerlo también depositamos de forma simbólica un cúmulo de expectativas individuales y colectivas al punto de sentir que llegamos con ellas. Nos hermanamos en el reconocimiento de lo complejo que resulta que una llegue, afloran nuestras experiencias y testimonios, nuestros logros, nuestros intentos. En las historias de vida de las mujeres permanecen esas premisas …pude haber estado… estuve, pero fue muy difícil… por poco y no lo logro… llegué… a nada de lograrlo….
Si pudiera explicarlo de otra manera diría que, a manera de ejercicio piramidal, cada una hemos y somos eslabones de esa ruta de esfuerzo que participa de la llegada de otras. No es metáfora, es real y se explica desde una voluntad consciente, es decir, colaboramos con la otra, con las otras porque estamos y queremos, porque para nosotras es válido hacer equipo con otra mujer, porque hemos despatriarcalizado (si podemos invocarlo de esa manera) que es válido que otra la llegue, que la otra obtenga esa oportunidad, que la otra acceda, algunas narrativas que dan cuenta de estos hechos concretos: las madres que se esmeran en que sus hijas tengan otras historias de vida mejores que ellas; las tomadoras de decisión que deciden ser esas empleadoras que les hubiera gustado encontrar y se convierten en aliadas de otras mujeres; las mujeres que tienden la mano a otra, esa mano que incluso a ellas mismas les fue negada; la vecina que decide sí cuidar del hijo de la otra para que la madre pueda salir a trabajar; la compañera que ejerce sus derechos pero sale a marchar cada 8 de marzo y cada 25 de noviembre para que todas y no solo ella puedan ejercer sus derechos.
Y también las abarca a ellas, a las mujeres que llegan a gobernar con y por el voto de otras mujeres y decide comprometerse con el ejercicio pleno de los derechos humanos de todas aún y cuando su círculo patriarcal cercano invalide y cuestione posturas. Sí, a manera de un tejido piramidal vivo, en movimiento y en relevos es como se explican esos caminos de llegada de muchas mujeres a posiciones clave, de casi todas las que llegan.
No soy ingenua, también habrá quien leyendo esto traiga a memoria que en más de alguna ocasión “quien me puso el pie fue otra mujer”, y tampoco me atrevo a dudarlo. El proceso de aprendizajes que hemos tenido las mujeres de competir una con otras de formas irracionales no ha sido un proceso sencillo de desaprender, estamos en ello. Y justo por estar en estos permanente procesos de cuestionamientos y descolocación de aprendizajes patriarcales, unas más cercanas a las resistencias que a las voluntades es que no podemos dar por materializada en toda su extensión la entusiasta expresión: ¡si llega una, llegamos todas! No, si solo se nombra y no es acompañada por una consciencia de género de quien la emite, y ésta no se traslada a acciones concretas. Ser mujer, ser mujeres no nos convierte en aliadas, es imperativo ese proceso deconstructivo, de toma de conciencia y de voluntad.
Me declaro franca partidaria de revisar los contenidos y cuestionar los alcances de aquellas frases que construimos en la cotidianidad, que solemos reproducir sin la crítica y el compromiso de lo que conllevan. Que escuchamos desde la esperanza y no trasladamos al terreno de lo posible.
Traslado esta interrogante al terreno político electoral ¿Si llega una, llegamos todas? –La historia, las historias, los testimonios nos dice que no, no siempre y no todas. Que no basta ser gritado a todo pulmón, que no basta que sea externado por la que llegó sin garantías del cómo llegaran las otras ¿las reconoce, las sabe, las ve? Nombremos sin abordajes mujeristas, no todas las mujeres que llegan convocan a las otras. ¿Están obligadas hacerlo? Me atrevo a pensar que sí. No es pacto al vacío es una deuda histórica palpable.
Sin romantizar es como convendrá identificar a aquellas que sí lo hagan. Mujeres que sí se propongan y logren esos tejidos vivos que muchas mujeres propician en la diaria cotidianidad para que otras logren y lleguen. ¿Cuántas de las que hoy llegan a espacios públicos de decisión harán que otras mujeres lleguen con ellas? ¿Cuántas se comprometen con lo que nombran? ¿Quiénes somos todas? Las mujeres que vemos, pero también las que no vemos ¿también a ellas se les piensa? ¿Con ellas también se comprometen? ¡Si llega una, llegamos todas! Es muy pronto para afirmarlo, hoy sigo repasándolo a manera de pregunta.
Pd. El viernes un medio de comunicación regional dio cuenta del asesinato de la psicóloga Verónica Rivera. Su cuerpo con impactos de bala fue encontrado en su consultorio en el municipio de León, un territorio violento y reiteradamente señalado, la actual presidenta Municipal Alejandra Gutiérrez, ha sido lejana al abordaje de estas y otras realidades.
El mismo día del asesinato de Verónica, tomó protesta la primera gobernadora de Guanajuato.