En un mundo interconectado y con un creciente protagonismo de las redes sociales, la construcción de narrativas es cada vez más sustancial. De estas narrativas, las que se están construyendo en economía tienen que ver más con política que con la realidad. Vemos las mismas ideas repetidas una y otra vez en medios tradicionales y no tradicionales, fomentando la polarización y posicionando narrativas que corresponden a intereses políticos. Por ejemplo, cuando se aprobó el Brexit, el discurso inmediato era que eso representaría un declive económico para el Reino Unido. Meses después siguen las predicciones en esta dirección. Una reciente publicación sobre el tema dice: “Un informe del gobierno estima que el Acuerdo Brexit propuesto reducirá el crecimiento del Producto Interno Bruto del Reino Unido en un 6.7% entre 2019 y 2034, lo que le costará al país £ 130 mil millones y hará que las personas en promedio sean £ 2,250 por año más pobres”. Estas predicciones a largo plazo me recuerdan a una anécdota del caballo que ya hace algunos meses escribí:
Érase una vez un rey que quería conversar con su caballo. Mandó llamar a su primer ministro y pidió que buscara por el mundo a los mejores expertos en lingüística equina. Si el experto lograba que el caballo hablase, el cielo sería el límite para él. Pero si fallaba, lo mataría. Y no era que el cuadrúpedo dijera mamá, papá o alguna palabra suelta; la bestia debía poder debatir con su majestad.
Uno tras otro expertos llegaron, y uno tras otro perdieron la cabeza. A todo eso, en un pueblito del reino, un pobrísimo agricultor dice a su esposa que irá por el trabajo. La esposa intenta disuadirlo: apenas puedes hablar tú, ¿cómo harás que un caballo hable? Pero el hombre va al palacio. Una vez allí los guardias lo tratan de disuadir. Han venido expertos, le dicen, todos están muertos.
El mismo rey se declara extrañado, pero el hombre insiste. El rey accede finalmente y el hombre regresa con su esposa: está feliz. La mujer no lo puede creer: te matarán, le dice. Él entonces cuenta que hizo dos peticiones. Soy un pobre agricultor, le dijo primero al rey, y debo mantener a mi familia. Así que por la mañana trabajaré mi huerta y por la tarde enseñaré al caballo. El rey respondió: no te preocupes por tu familia. Les daré casa, comida, educación y servidumbre. Nada les faltara. Su esposa abrió los ojos e insistió: igual te matarán porque el caballo no hablará.
Entonces el agricultor contó la segunda petición: para que el caballo hable se requieren 15 años; es un caballo, y un ser humano requiere por lo menos 10 para poder llevar una conversación de altura. La mujer dice: Entonces en 15 años te matarán, a lo que el agricultor responde: En 15 años pueden pasar muchas cosas; el rey puede morir, yo puedo morir, el caballo puede morir o tal vez hasta hable.
Al igual que en el caso del caballo que el agricultor lograría que hable en 15 años, hacer predicciones a tantos años y no decir nada es prácticamente lo mismo. Para comprender esto mejor veamos ejemplos de cambios radicales en las economías de los últimos años: Facebook se creó en 2004, iPhone en 2007, Waze en el 2008, WhatsApp en el 2009, Instagram en 2010. Lo único que se logra haciendo predicciones a 15 años es posicionar narrativas políticas vestidas de análisis económicos que seguramente no se materializarán.
Esta columna reaparecerá el 20 de enero de 2020.