Como ya es costumbre, casi siempre coincide con alguno de los 9 días de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, algún hecho nacional o internacional que acapara la atención de la opinión pública y su discusión se expande en la poderosa tribuna en la que se ha convertido la mayor feria del libro en español del mundo, cuya edición 31 terminó el domingo pasado.
Este año, por ejemplo, la FIL se vio marcada como cada seis años por la pasarela de suspirantes a la presidencia de la República. Acudieron todos, excepto José Antonio Meade, cuyo ritual de destape se desplegó justo en la semana de la Feria.
Coincidió también con la aprobación fast-track de la polémica Ley de Seguridad Interior en San Lázaro, que se empezó a discutir hace año y medio, y que apenas el miércoles el Presidente Enrique Peña urgió aprobar a los diputados. Esta ley que busca regular el papel del Ejército en el combate a la inseguridad pública, que se empezará discutir hoy en el Senado, incendió las redes y enfrentó a los que están a favor y en contra de sus términos.
En este contexto, el sábado pasado en la FIL Guadalajara, me tocó presentar, junto a mi colega Felipe Cobián, en un inmejorable momento, el libro del periodista Juan Veledíaz, Jinetes de Tlatelolco, Marcelino García Barragán y otros retratos del Ejército Mexicano, en donde queda claro que las inconformidades al interior de la Secretaría de la Defensa Nacional por la función policial que se les responsabilizaba desde la década de los 50 del siglo pasado, de acuerdo a documentos oficiales recopilados por el autor.
El libro es fruto de una profunda investigación documental y testimonios de militares en retiro que delinea un retrato inédito del Ejército y de algunas de sus figuras más relevantes como el General jalisciense García Barragán, secretario de la Defensa durante el sexenio de Gustavo Díaz Ordaz, que quedó marcado por la matanza de estudiantes en Tlatelolco. Además de dar cuenta de la trayectoria del ex gobernador de Jalisco, desde combatiente villista en la Revolución, hasta su papel opositor al PRI y las traiciones de que fue objeto cuando el jefe del Estado Mayor, Luis Gutiérrez Oropeza, por instrucciones de Luis Echeverría, colocaron francotiradores en los edificios de la Plaza de las Tres Culturas, aquel 2 de octubre de 1968.
Jinetes de Tlatelolco deja también de relieve que el Ejército no es un cuerpo monolítico de pensamiento, y que las traiciones y pugnas de poder siempre han estado presentes.
En ese sentido habrá que esperar la lectura que al interior de las fuerzas armadas de México den a esta Ley de Seguridad Interior más allá de lo que expresen las cúpulas militares encabezadas por el titular de la Sedena, Salvador Cienfuegos, quien en más de una ocasión ha planteado que los soldados no están preparados para realizar labores policiales, pero que no les ha quedado de otra, debido a la debilidad de las policías estatales y municipales.
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