La primera lectura que muchos dieron a la generosísima presentación que hizo el secretario de Relaciones Exteriores, Luis Videgaray, de su compañero de gabinete José Antonio Meade, en la reunión del cuerpo diplomático acreditado en México, fue que era la más clara señal de la confirmación de que el titular de la Secretaría de Hacienda sería el candidato presidencial del PRI. Lo cierto es que voluntaria o involuntariamente las loas de Videgaray pudieran terminar poniendo sancadilla y trastocando el buen paso que llevaba Meade en su ruta para convertirse en el abanderado priista. Dentro y fuera del PRI la coincidencia era que pese a no ser el primero en las encuestas de los presidenciables priistas, el secretario de Hacienda era el más probable beneficiario del dedazo. Incluso el dirigente panista Ricardo Anaya acusó a sus senadores calderonistas de que su verdadero candidato era Meade. A menos de que la nueva liturgia priista para el destape haya cambiado con el mal llamado nuevo PRI, los destapes los hace el Presidente. No se permiten predestapes, aún provengan del secretario más influyente y cercano a él. Por eso, si Enrique Peña estaba a punto de decidirse por el 4 veces titular de distintas secretarías de Estado en dos gobiernos distintos, el madruguete de Videgaray lo podría hacer cambiar de decisión de última hora. Y esa posibilidad la dejó entrever ayer el propio Peña desde Baja California Sur, a donde acudió al acto conmemorativo por el Día de la Armada, cuando dijo que en el tema de la sucesión todos estaban bien “despistados”. Más aún porque la declaración vino de forma y con procedimientos inusuales en las giras presidenciales. Cuentan los colegas que cubren a Peña que fueron llamados expresamente a dialogar con el Presidente en un momento de la gira de ayer, y que sin hacer caso a las preguntas, soltó que el PRI no elegirá su candidato a partir de elogios o de aplausos, en clara referencia a lo ocurrido ayer en la sede de la cancillería mexicana entre Videgaray y Meade ante los representantes de los gobiernos del mundo. Como para reforzar la versión peñista, del clásico “no se hagan bolas” que acuñó en su sucesión Carlos Salinas ayer el Comité Nacional del PRI lanzó la convocatoria para elegir a su candidato presidencial, fijando el 18 de febrero como el día de la convención de delegados que definirá a su abanderado. Además, los términos de la convocatoria ponen plazos distintos para su registro a los aspirantes militantes de los aspirantes simpatizantes como lo es Meade. El plazo para los militantes va hasta el 3 de diciembre, pero para los que no están en el padrón priista se acorta al 30 de noviembre. Por eso, será el próximo jueves cuando se despeje la incógnita de si los elogios de Videgaray fueron en realidad, deliberadamente o no, un beso de Judas que pudrió la aspiración del titular de Hacienda, al grado que ni siquiera acuda a inscribirse, para darle la razón a su jefe el Presidente, de que todos andábamos “muy despistados”. Aunque igual todo puede ser parte de una puesta escena priista para eclipsar el tema del Frente y el Proyecto 18 de AMLO. Veremos.
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