Miguel Castro Reynoso

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  • Jaime Barrera Rodríguez

Ciudad de México /

Como se esperaba, una vez resuelto el ritual del dedazo y la cargada priista para definir a su candidato presidencial, a lo que se avocará la dirigencia nacional de ese partido es a definir las candidaturas de las 9 entidades que elegirán gobernador (Chiapas, Ciudad de México, Guanajuato, Morelos, Puebla, Tabasco, Veracruz, Yucatán y Jalisco).Tal vez porque involucraba a Arturo Zamora Jiménez, que era a la vez uno de los precandidatos a la gubernatura aquí, y como líder de la Confederación Nacional de Organizaciones Populares uno de los principales operadores políticos de ese partido a nivel nacional, el dirigente Enrique Ochoa decidió iniciar los dedazos de sus candidatos a gobernador con Jalisco. La designación de Miguel Castro Reynoso, si bien sorprendió a muchos, siempre estuvo contemplada en los escenarios del CEN priista, que nunca dejó de medirlo en sus encuestas. Aunque a varios puntos de distancia, el ex secretario de Desarrollo e Integración Social era el que aparecía después de Zamora, quien finalmente logró convencer a Ochoa y al precandidato José Antonio Meade de quedarse al frente de la CNOP y como parte del equipo de la campaña presidencial, y no enviarlo a contender nuevamente por la gubernatura de Jalisco, pese a ser el mejor posicionado. Otro factor clave en la definición por Castro fue el desgaste que Eduardo Almaguer, el precandidato que más se movió para lograr esta postulación, tuvo a su paso por la Fiscalía del Estado. La decisión fue hacer un enroque: A Castro que buscaba Guadalajara lo convirtieron en candidato a Gobernador, y al ex fiscal le propusieron contender por la alcaldía tapatía. Almaguer quedó desde ayer inscrito como precandidato a esa posición. La lógica priista de la que resultó Castro candidato es similar a la que se aplicó en el caso de Meade. No se eligió al que punteaba en las encuestas como Osorio Chong, sino al funcionario con una trayectoria intachable, con bajos negativos en los sondeos, apostando a contrarrestar con sus prestigios personales la mala imagen con la que carga el PRI por la inseguridad y los escándalos de corrupción. Castro es sin duda una de las cartas más presentables del PRI. Un político de 42 años que tras gobernar dos veces Tlaquepaque, haber sido coordinador de los diputados priistas y miembro del gabinete estatal, no se ha visto involucrado en escándalo alguno. La pulcritud con la que se ha manejado Castro en su carrera no garantiza, sin embargo, sea suficiente para lograr remontar una contienda a la que llega como retador y ante el político con mayor éxito electoral de los últimos años, como lo es el todavía alcalde tapatío Enrique Alfaro, quien puntea con amplios márgenes todas las encuestas preelectorales. De arranque, Castro deberá evitar divisiones internas en el PRI por el reparto de posiciones, exigir autonomía mínima para definir a su equipo de campaña y diseñar una estrategia político-electoral que potencialice su buena imagen y endurezca el tono en el debate y las propuestas. Elementos indispensables, todos, para que Castro calle las bocas de los que lo colocan ya como el candidato que el PRI lanzó al sacrificio.

jaime.barrera@milenio.com

twitter: @jbarrera4

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