En mi entrega anterior comenté que las primeras tribus humanas surgieron en la prehistoria, cuando el hombre primitivo era nómada y dependía de la caza, la pesca y la recolección para sobrevivir. Estas tribus se organizaban en grupos; vivían al aire libre o en cuevas. Algunos grupos se integraban en hordas, clanes y fratrias. Los primeros homínidos fueron los Australopithecus y el Homo.
A partir de su etapa como cazadores recolectores nómadas, los humanos nos volvimos sedentarios, aunque miles de años antes, las hostilidades entre los hombres de las cavernas fueron parte de su existir. Luchaban entre ellos valiéndose de “las armas” que tuvieran a mano: garrotes, piedras, lanzas, dientes… En aquel entonces, como hoy, se imponía el más fuerte.
La evolución de la naturaleza humana incluye cambios biológicos y culturales que ha experimentado nuestra especie hasta alcanzar las características del homo sapiens actual, aun así el gen guerrero persiste en nosotros, somos guerreros innatos.
La historia de las guerras del hombre contra el hombre es infinita. Existen teorías al respecto, sin embargo, son meras teorías. Así que para ilustrar solo unas cuantas de las que tenemos datos, me referiré solo a algunas unas cuantas, las más conocidas de los “tiempos modernos”, empezaré por las que llevó a cabo Alejandro Magno.
Desde el 336 a. C. hasta el 323 a.C. Alejandro Magno invadió al imperio persa. Tras su cadena de victorias contra Persia, inició una campaña que se extendió desde Grecia hasta el sur de Asia, dejando a su paso miles de muertos. El gen guerrero afloraba en el macedonio desde lo más profundo de sus entrañas.
Siglos después, el imperio romano conquistó gran parte de Europa, Su dominio abarcó desde el 27 a. C. hasta el 476 d. C.En el transcurso de más de 500 años Roma dominó los pueblos del Mediterráneo, norte de África, oeste de Asia y suroeste de Europa. Durante cinco siglos las huestes romanas dejaron tras su paso una cauda de guerra y destrucción.
Todo lo que comienza termina, dice el refrán. Roma no fue la excepción. La invadieron paulatinamente los pueblos bárbaros. Las consecuencias de ese acontecimiento fueron tan determinantes para el occidente, que marcó el fin de la edad antigua y el fin de la edad media.
No es posible atribuir como una única razón de la caída del imperio romano a los bárbaros, tanto dentro como fuera del imperio, se le sumó a esa crisis, un declive político, económico y social.