Si hay alguien a quien la frase “infancia es destino” le queda como anillo al dedo, sin cortapisas, es a Claudia Sheinbaum Pardo. Física, ingeniera y activista social que el pasado martes 1 de octubre se convirtió en la primera mujer al frente del Ejecutivo en nuestro país y la primera presidenta en Norteamérica. Y todo esto no es cosa menor.
Esta hija de inmigrantes, con raíces lituanas y búlgaras, experimentó desde su infancia la pasión y el sentir de la lucha social desde la izquierda. Su propia historia familiar contribuyó al espíritu de lucha de la hoy presidenta de México.
Hija del 68, como ella misma lo ha expresado en más de una ocasión, siempre ha tenido muy presente los valores de lo público y de la justica. Al mismo tiempo que su vida transcurría entre la discusión y la convivencia incesante con lo político, la ciencia era otro de esos inmensos paraguas que fueron cobijando y forjando la identidad y carácter de esa pequeña Claudia que un día se convertiría en la primera presidenta de su país.
Al margen de la mayoría de las biografías de sus antecesores en el máximo cargo público del país -al menos de aquellos que forman parte de la historia de los últimos 80 años-, la de Sheinbaum Pardo es atípica por su férrea formación científica que le ha valido varios aciertos en la administración pública, desde el segundo piso del periférico hasta la reducción de la contaminación en una de las orbes con mayor polución en el mundo.
En sintonía con su estricta formación científica, quienes la conocen destacan la meticulosidad y calculo en su método de trabajo, que busca la precisión en la toma de decisiones siempre basadas en la evidencia y en los datos. Esquemática, organizada y disciplinada fueron algunos de los adjetivos que se le adjudicaron tanto en su gestión al frente de la alcaldía que la vio nacer, Tlalpan, así como en la jefatura de la metrópoli más poblada de América, la Ciudad de México.
A lo largo de su carrera política, ese actuar preciso y fiel a sus principios la llevó a acompañar de cerca al actual presidente, Andrés Manuel López Obrador, quien le cede la estafeta a la que sin duda es la más prominente de sus hijas políticas. Sheinbaum Pardo se ha colocado la banda presidencial y es hoy la jefa del ejecutivo de la doceava economía del mundo en un momento histórico para nuestro país, para América Latina y para el orbe. Sin exagerar, el Financial Times ya la coloca como una de las mujeres más poderosas de la actualidad.
Que una mujer, de izquierda, científica y con una profunda consciencia de la causa social tome las riendas de un país como México, en pleno proceso de transformación política y social, es un mensaje poderosísimo para las democracias de Occidente. Y me parece que no debe subestimarse.
En sus experiencia previas ante el ejercicio del poder público, Claudia ha demostrado ser eficaz y recta, cualidades que empatan con el espíritu de renovación del momento crucial que vive nuestro país. Cualidades que moldearán las políticas públicas y el modelo democrático del México del futuro.
Además, la transformación que encabeza va acompañada de una amplia presencia de mujeres en diversos cargos públicos, desde gubernaturas hasta la presidencia del propio Morena. Como ella lo sostuvo durante toda la campaña, no llega sola, la acompañan todas aquellas mujeres que hoy, se convierten en el sueño de las abuelas de todas, según le dijo una amable anciana a Sheinbaum durante la campaña electoral.
Es un fenómeno inédito en el país. Una deuda pendiente con nuestra historia colectiva y con la democracia. El eslogan “es tiempo de mujeres” dejo de ser eso, un lema de campaña y se ha convertido en una realidad en un país que aún tiene muchas cosas que hacer por sus mujeres. Pero una mujer presidenta ya es un enorme paso.
El México que comenzó el martes, ya es otro. Claudia Sheinbaum empieza a escribir ahora una nueva historia, un segundo capítulo del proyecto que inició su mentor, pero eso sí, con sello propio. Y en ese sentido, me gustaría destacar algunos aspectos de su plan de trabajo para este sexenio:
El rol cada vez más relevante de las mujeres en la vida pública del país y como la llegada de una mujer a la presidencia es el reflejo del tiempo de cambio que vivimos en México. Una reivindicación necesaria e histórica que se traducirá en una serie de reformas que buscan mejorar la vida y derechos de las mujeres.
El deseo de seguir respetando al Estado de derecho y a las libertades de todas y todos. Gobernará para todos los mexicanos, así lo dijo.
Su visión de la economía. La necesidad de México de seguir siendo un destino confiable para la inversión y el ánimo de fortalecer las alianzas público-privadas.
El impulso que pretende darle a la ciencia y la educación, fundamentales para innovar, crecer, cerrar brechas de desigualdad y generar mejores condiciones de vida para todos. La prosperidad compartida de la que tanto se habló en campaña.
La política energética, con la que se buscará acelerar el paso hacia la transición energética. El gobierno de Sheinbaum estará comprometido con la sostenibilidad.
Por último, la estrategia de seguridad que habrá que esperar a ver cómo se aterriza y si se tiene contemplada una mayor y más efectiva colaboración con Estados Unidos.
Muchas felicidades a la presidenta, y de todo corazón, deseo que su sexenio le brinde a México el presente y el futuro que se merece.